En nuestra España de hoy, metidos unos y otros en la cama de la insensatez, de la ambición y el poderío, al cabo de unos años, cualquiera sabe de quiénes somos hijos o cuáles nuestros hermanos
"Como sigamos así, a la hora de nuestra muerte y ante la duda de dónde ser enterrados, tendrán que pedirle a nuestras familias un certificado de buena conducta".
Ahora, la mayoría deja escrito en el testamento que prefieren ser incinerados, aunque luego nadie sabe qué hacer con las cenizas porque en las familias suele haber división de opiniones: que si arrojarlas al viento, que si a las aguas. Sólo los
Llenas de oro tienen hoy los aprovechados sus alforjas, porque los molinos se están mudando del país por falta de viento y exceso de impuestos: sin trabajo y sin grano, apenas si acuden al cuerpo los acalorados deseos de esparcimiento
Lo que nos falta hoy en tan amada España es desterrar lo que nos sobra. Demasiada pesadez hay en el telón que abre y cierra el espectáculo de nuestro teatro social.
Despuntaba un día cálido en la ciudad. Un sol perezoso exhalaba su aliento dorado sobre las calles atestadas de transeúntes, que ponían rumbo a sus lugares de trabajo con ese andar nervioso y permanentemente apresurado tan propio del día a día de