Hoy: 22 de noviembre de 2024
Me ha encantado releer estos días a Nazarín, ese cura de Miguelturra que se inventó Galdós para compensar en algunas instancias su aversión a la Iglesia.
El don Nazario de don Benito es un loco del evangelio que se hace mendigo porque nadie le paga los estipendios de sus misas y, además, le han quemado las cuatro paredes donde vivía. Como a Jesús, le siguieron “encantadas” las mujeres convertidas en madres; salvó, como Jesús, a una niña enferma de la muerte segura; como Jesús, no encuentra donde reclinar su cabeza (es todavía Galdós un maniqueo). A pesar de todo, don Nazario sigue inquieto, insatisfecho.
Y termina cansado de sus propios asombros hasta que un día decide salir del pueblo y de sí mismo, hastiado quizá por sentirse incomprendido o por no haber sabido comprender. Pero lo más significativo es la respuesta de este cura manchego a la pregunta que le hizo un feligrés conocido antes de su huida. Pregunta que esta sociedad nuestra debiera hacerse con frecuencia:
-¿Adónde va, don Nazario?. -Voy en busca de lo que me falta, contestó el sacerdote, ya sin sotana, ya sin ganas de ser otra cosa que caminante empeñado en encontrar la moneda perdida, los juguetes que la madurez necesita para dar cuenta de la soledad.
… Lo que nos falta hoy en tan amada España es desterrar lo que nos sobra. Demasiada pesadez hay en el telón que abre y cierra el espectáculo de nuestro teatro social: un exceso de consejerías en los ministerios y en muchos ayuntamientos, lujo en los traslados de avión, leyes absurdas nacidas de cerebros vacíos, caviar iraní para despertar aún más los apetitos, despilfarro inmoral con el dinero público y caretas, muchas, para esconder el carnaval de las mentiras.
Definitivamente lo que nos falta es honradez. Y escuchar de vez en cuando el latido del hambre en el labio de los que fracasaron, a causa de tantos culpables como se llevaron la abundancia a sus orillas.
Aún estamos a tiempo. Siempre estamos a tiempo.