Hoy: 23 de noviembre de 2024
Nos demos cuenta o no, las referencias históricas son parte de nuestro entendimiento del presente. Los académicos las usan con un mayor nivel de conciencia. Pero los que no tenemos esa preparación también lo hacemos. Es humano: tomar en cuenta las cosas que ocurrieron antes, suele ser una herramienta a la mano para tratar de comprender lo que ocurre ahora, frente a nosotros. Es «la voz de la experiencia».
No hay que ser profesor de Yale para pensar, una vez que estalló la guerra de Ucrania, que leer un poco de la Historia de ese país y su relación con Rusia, podría ayudar para entender ese asunto.
Para quiénes vivimos la época de la lucha del pueblo nicaragüense contra la dictadura de Somoza, nos resulta evidente contrastar ese pasado con el triste e irónico presente donde, después de tanto sacrificio, Nicaragua ha caído ahora en las garras de otra cruel dictadura, a cargo precisamente de una persona de las que prometió libertad.
El referente histórico está por todos lados. Nos rodea. Se nos presenta cuando escuchamos el lema de Trump: «Make America great again», luego de lo cual nos preguntamos: ¿Por qué piensa esta gente que Estados Unidos ya no es grande? ¿Con cuál grandeza pasada se comparan? También viene la Historia a nuestra sobremesa en situaciones como las demagógicas expresiones del actual Presidente de México, quien le solicitó al Rey de España que pidiera perdón por la conquista…. En fin.
Lo cierto es que, si bien las referencias históricas son naturales, tampoco son un arma infalible para entender el presente. Mal usadas nos pueden llevar a confusiones horribles. Peor aún porque las creemos revestidas con cierto tinte de cientificidad.
Aquí van algunas pistas de los errores comunes que podemos cometer.
Aprendí esta idea del Historiador panameño Alfredo Castillero Calvo. Es un error analizar un hecho del pasado, tras el prisma del esquema de valores actuales, con los cuales tenga poca o nula relación. Un ejemplo:
Lord Thomas de Swynnerton, mejor conocido como Hugh Thomas, uno de esos grandes historiadores ingleses que han aportado mucho al entendimiento de la Historia de España, cuenta un evento ocurrido en Darién, actual Panamá, cuando, luego de descubierto el Pacífico, los españoles no habían avanzado todavía hacia el Perú.
En su búsqueda cruel de oro, los españoles, con la meta de salvar el alma de los monarcas, antes de tomarse una plaza, leían a los aborígenes un bando en latín o castellano, llamado «el requerimiento», en el cual reclamaban para la corona de Castilla el territorio, invocando la autoridad del papa, en alusión al Tratado de Tordesillas de 1494, dándoles la oportunidad de rendirse. Los conquistados no entendían nada.
En una ocasión Fernández de Enciso le explicó a un cacique el significado de ello. Según Thomas, el cacique contestó: «Oh, el papa debía estar borracho… para conceder tierras que ya eran propiedad de otras personas.»
Más allá de la anécdota, sería un anacronismo decir, por ejemplo, que dicho dato es una evidencia del nacionalismo de los panameños frente a la canalla conquista española. Ver muestras de «nacionalismo panameño» en ese caso sería absurdo. Panamá no existía. Además, a inicios del Siglo XVI no había surgido todavía la idea de Nación-Estado, mucho menos nacionalismo de nada ni de nadie.
En Historia, el orden de los factores sí altera el producto. En especial cuando hablamos de influencias de eventos históricos. No tenerlo claro es peligroso.
Pongamos el caso de las más famosas revoluciones liberales. Es verdad que las ideas de la Ilustración francesa e inglesa fueron factores relevantes que llevaron a la revolución de independencia de Estados Unidos. Sin embargo, el hecho mismo de la revolución de Estados Unidos se inició en 1776 y terminó en 1783, seis años antes de que iniciara la revolución francesa en 1789, por tanto, quien diga que los hechos revolucionarios de París, influyeron en la creación de Estados Unidos, estaría cometiendo un gran error.
Es más, la revolución de independencia de Estados Unidos, con todo y lo ilustrada que se proclama, no hubiera podido tener éxito militar sin el apoyo muy absolutista del pacto de familia de los borbones españoles y franceses, quienes estaban en el poder cuando dichos países apoyaron a los rebeldes de las trece colonias. En la definitiva batalla de Yorktown, las tropas de Washington las conformaban 8,800 soldados y contaron con el refuerzo de 7,800 franceses absolutistas, lo cual no es poco.
La hipótesis tiene diversas raíces y no es totalmente falsa. Si comparamos las comunicaciones desde el telégrafo con líneas de cobre a través del Atlántico, pasando por las primeras transmisiones de Miss Universo vía satélite hasta el Internet, hay una línea de avance indiscutible. Pero ello no es una regla absoluta aplicable a todos los eventos históricos.
Haití fue la segunda colonia que logró su independencia de sus amos europeos en América, solamente detrás de los Estados Unidos. Transcurridos dos siglos, Haití debiera ser líder de la democracia liberal del continente. A inicios del siglo XX Argentina estaba entre las 16 economías más fuertes del mundo, llegó a superar la renta per cápita de Francia. Para 1913 se inauguró el Subte (Metro) de Buenos Aires, siendo a penas la ciudad número 11 del mundo con este servicio. Hoy Argentina no es líder.
El impacto de un evento anterior, debe provocar tal consecuencia y ello se debe repetir si se vuelven a reunir circunstancias similares. Por allí va la atractiva idea, pero no siempre es cierta. El arte del analista está en usar los referentes históricos con la prudencia suficiente para saber distinguir si es mucha o ninguna la influencia del pasado.
Miremos el error de Putin. Dado que por siglos Ucrania estuvo subyugada a potencias extranjeras, especialmente al Imperio Ruso, lo que ha producido una mezcla lingüística y migratoria muy importante y visto que Ucrania como estado independiente solamente existe desde finales del siglo XX, Putin concluyó que la mayoría del pueblo de Ucrania iba a recibir con ramos de flores a las tropas rusas invasoras. No fue el caso. Esta guerra, por el contrario, lo que ha provocado es la consolidación de Ucrania como Nación-Estado.
No se puede disminuir el impacto del azar en la Historia… Los vikingos y Colón descubren para Europa un nuevo continente. Américo Vespucci realmente escribe unas cartas sobre el nuevo mundo que fueron un éxito editorial. Algún farsante hizo negocios difundiendo un par de cartas falsas atribuidas a Américo. Una de las cartas falsas llegó a manos de un noble mecenas, duque de Lorena, interesado en la Geografía, quien a su vez la regaló a un grupo de hombres doctos, entre los cuales estaba Martín Waldseemüller, quien se basó en ellas para llamar «América» a una parte del nuevo territorio, en el mapa del mundo que publicó y se hizo famoso. Nadie lo planeó, pero así quedó.
La revolución industrial ocurrió entre 1760 y 1840. Pero resulta que hay una inmensa cantidad de territorios del planeta donde nunca llegó un ferrocarril. En África hay regiones donde no se logró la penetración de la telefonía fija por cable y se fueron directo al teléfono móvil.
Isaac Newton vivió de 1643 a 1727. Montesquieu fue más o menos contemporáneo, vivió de 1689 a 1755. Durante la vida de ellos, cuando la ciencia avanzaba enormemente y la Ilustración sembraba las bases de un mundo diferente, en Salem, Massachusetts, en 1692, se quemaban brujas.
Esta distorsión de la perspectiva histórica le ocurre con mucha facilidad a las personas que han vivido en el mundo desarrollado. Pasa mucho en el desencuentro del movimiento ecologista proveniente de Europa cuando se encuentran con el tercer mundo.
La perspectiva del mundo de una persona que ha vivido con relativa libertad, salubridad pública, espacios de ocio, la mejor tecnología y un Estado que funciona, es muy diferente. Les cuesta entender que hay gente en el mundo de hoy que viven en niveles equivalentes al siglo XIX o peor. Las condiciones de esclavitud de hecho en las haciendas de América Latina en el siglo XX (y todavía) están más que documentadas. Una persona de Oslo no lo comprendería.
Internet tiene 34 años de existir, pero actuamos y vivimos como si toda la vida lo hubiésemos tenido. La navegación comercial aérea de pasajeros tiene poco más de 100 años de haberse iniciado y también actuamos como si siempre la hubiéramos tenido disponible.
Desde la invención de la escritura, la humanidad tiene aproximadamente 5,000 años de Historia más una prehistoria amplísima. ¿Qué son 34 años de Internet en una Historia de 5,000 años? Muy poco, solamente es el 0.7% del tiempo.
Por eso, cuando decimos que algo «siempre ha sido así» o que durará «para siempre» hay que verlo con perspectiva. Porque los eventos históricos, su duración y efectos, no se pueden mirar y medir solamente comparados con la duración de nuestra propia vida.
Allí está el caso de los derechos políticos de la mujer. Viéndolo bien, su reconocimiento al menos formal es algo muy reciente en las democracias occidentales, hace poco más de 100 años. Y en muchos países ni siquiera se considera el tema todavía. Por eso no necesariamente es un asunto ya cimentado. Incluso vemos situaciones de países cunas de la igualdad, como Francia y Estados Unidos, donde, luego de instaurada la democracia liberal, nunca ha gobernado una mujer.
Cuando uno recorre por tierra la extensa planicie que va desde Düsseldorf, Alemania, cruzando la frontera imperceptible de Países Bajos, rumbo a Amsterdam, queda muy claro que el poderoso ejército alemán pudo marchar sin muchos obstáculos para invadir su vecino país en 1940. Solamente tuvieron que preocuparse por la resistencia del ejército del territorio invadido y cruzar uno que otro río.
Muy diferente fue el caso del veterano de Bailén, el General argentino José de San Martín, quien, junto a sus tropas, cruzó la reverencial cordillera de Los Andes para liberar Chile en 1817. Luego de cruzar, lo cual ya fue una gran hazaña, vino entonces la concretización de la parte militar del proyecto, sumando esfuerzos con las tropas chilenas para derrotar al ejército español.
La geografía es un factor. Lo mismo que el clima y la demografía. Detener una epidemia en un país de 4 millones no es igual que en otro de 40 millones.
Hablemos del pueblo ruso que mayoritariamente ha respaldado a Putin en su aventura imperial en Ucrania. Ha existido oposición, hay represión política, es verdad, pero parece existir un consenso académico en cuanto a que Putin tiene el respaldo mayoritario. Frente a ese hecho, muchos en Occidente toman posturas contra el pueblo ruso, por ejemplo, sobre su actitud «complaciente» ante la autocracia.
Aunque no ofrezco una explicación que pretenda ser definitiva, sobre todo porque, tal como ya se dijo, el determinismo histórico no es una regla absoluta, sin embargo, pienso que, al juzgar la actitud dominante del pueblo ruso frente a la democracia, debe valorarse el hecho de que ellos realmente nunca han vivido tal cosa, a profundidad.
Pasaron del absolutismo monárquico de siglos de la dinastía Romanov, a la dictadura de partido del Partido Comunista, con toques muy personalistas como el periodo de Stalin. A la caída de la URSS tuvieron algunos años «democráticos» muy turbulentos, hasta que Putin tomó el poder hace más de 20 años.
La diferencia cultural es abrumadora y aunque la democracia liberal occidental ha tenido éxito en otros sitios no occidentales como la India, Japón o Corea del Sur, pretender juzgar la vocación democrática rusa desde nuestra óptica cultural, podría ser una equivocación.
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El autor es Abogado Independiente en Panamá,
Fue Viceministro de Finanzas y Jefe de la
Administración Tributaria de su país.