El momento geopolítico tras la invasión de Ucrania

6 de noviembre de 2022
9 minutos de lectura
Publio Ricardo Cortés
Publio Ricardo Cortés

Empecemos por una cita. El pasado septiembre Foreign Affairs entrevistó de forma conjunta a John Lewis Gaddis, laureado Historiador de la guerra fría, Profesor de Yale y autor de la biografía definitiva de George F. Kennan y a Margaret MacMillan, lúcida Historiadora canadiense de Oxford y autora de dos libros clásicos sobre las negociaciones de París en 1919 y sobre la visita de Nixon a China en 1972. En esa entrevista Gaddis hizo la siguiente afirmación que MacMillan respaldó totalmente:

“La era post guerra fría que empezó en 1991 acaba de finalizar con la invasión de Ucrania y estaremos entrando en alguna otra cosa”.

¿Cuál será esa otra etapa que viene? Para tratar de dar alguna luz sobre el mundo al cual nos avocamos, vale la pena desde el inicio, recordar dos piezas de información importantes para todo el que quiera analizar el contexto actual.

En primer lugar el discurso del Presidente ruso, Vladimir Putin, dictado el 10 de febrero de 2007, en la Conferencia de Seguridad de Münich, frente a la plana mayor de la comunidad diplomática, militar y económica del mundo de la post Guerra Fría, donde PUTIN dijo: “Considero que el modelo unipolar no sólo es inaceptable sino también imposible en el mundo actual”. Y más adelante agregó: “Un Estado y, por supuesto, en primer lugar Estados Unidos, ha sobrepasado sus fronteras nacionales en todos los sentidos”.

Doce años después, el 27 de junio de 2019, el Financial Times publicó una extensa entrevista que Lionel Barber, entonces Editor del periódico, le hizo al Presidente Putin en el Kremlin. Entre muchos asuntos tratados, Putin, haciendo referencia a valores occidentales como el respeto a los derechos humanos del inmigrante y el respeto a la diversidad como un principio organizativo de la sociedad, afirmó que “esa idea liberal ha quedado obsoleta”. En dicha entrevista Putin también hizo gala de la estrecha relación y cercanía estratégica de Rusia con China y hasta de su amistad personal con Xi Jinping.

Queda claro que el autócrata Putin nunca escondió su agenda geopolítica en oposición frontal al dominio occidental y abiertamente contraria a valores fundamentales de la democracia liberal. Dentro de esa estrategia, evidentemente la cercanía a la poderosa dictadura China, siempre ha sido un eslabón fundamental de Rusia.

Precisamente en torno a ese asunto esencial, en septiembre de 2019, dos años antes de la invasión de Ucrania, tuvo lugar en Kyiv la reunión anual del “Yalta European Strategy”. En la clausura ocurrió un debate disponible en Internet, entre Fareed Zakaria, analista de CNN, y Niall Ferguson, Historiador de Stanford, sobre si efectivamente a esa fecha se había dado por finalizado o no, el llamado “Orden Internacional Liberal”, partiendo de la siguiente definición de dicho concepto: “se trata de un orden internacional abierto y basado en reglas, inscrito en instituciones como las Naciones Unidas y normas como el multilateralismo”.

Zakaria sostuvo que estaba vigente el Orden Internacional Liberal. Ferguson defendió que ya estaba acabado, si es que en el algún momento existió. Me quedo con la posición de Ferguson, que resumo enseguida:

Empezó por revisar el desenvolvimiento a esa fecha de algunas de las entidades multilaterales del llamado Orden Internacional Liberal: la ONU no define y al final queda bloqueada por los vetos en el Consejo de Seguridad; la OMC paralizada, de hecho los aranceles se elevan en muchos países; el Acuerdo de París no está siendo acatado necesariamente porque las emisiones no están controladas.

No es cierto, afirmó, que el sistema posterior a la Segunda Guerra Mundial trajo mayor armonía para todos. Eso fue válido solamente para Europa Occidental, pero el resto del mundo estuvo envuelto en conflictos y guerras, aunque ciertamente en proporciones menores que en otras épocas.

Sostuvo que las instituciones dominantes después de 1945 no fueron de hecho la ONU y similares, realmente fueron las alianzas militares de la guerra fría: la OTAN y el Pacto de Varsovia, que fueron las que le dieron forma al mundo.

Resaltó que tenemos que entender la fragilidad del mundo, la razón por la que hubo relativamente menos conflictos desde 1945, no fue la existencia del FMI o la ONU o la OMC. “No. La razón fue que Estados Unidos alcanzó una superioridad militar que ninguna otra potencia pudo igualar”, en clara referencia a la política de contención de Kennan.

Concedió que pudo existir un Orden Internacional Liberal, un orden unipolar occidental en el corto periodo que va desde 1991, cuando se desmembró la URSS, hasta 2001, fecha en que China fue admitida en la OMC.

Enfatizó en que la consecuencia de admitir a China en eso que llaman Orden Internacional Liberal, ha sido que por primera vez una gran potencia ha logrado amenazar de verdad la superioridad de Estados Unidos, permitiendo que la autoritaria y expansionista China, desde 1972 se haya convertido en una superpotencia tecnológica, con la capacidad de vigilar a toda su población, con la posibilidad de cumplir ataques cibernéticos en Estados Unidos y Europa y de retar la capacidad militar de Estados Unidos y sus aliados en la región Asia Pacífico.

Pasemos ahora a un análisis realizado con posterioridad a la invasión de Ucrania.

En la edición de Mayo-Junio de este año 2022, Foreign Affairs publicó un esclarecedor análisis del contexto de largo alcance de la guerra de Ucrania escrito por Stephen Kotkin, Profesor de Historia y Asuntos Internacionales en Princeton. Resumimos algunos datos de ese ensayo a continuación:

La idea de fondo es que la Guerra Fría nunca finalizó, solamente se transformó. Los acontecimientos de 1989-91 con la caída del muro de Berlín y el colapso del Estado Soviético fueron importantes, pero no tanto. Cambiaron sobre todo a Europa, pero impactaron mucho menos al resto del mundo. Por ejemplo en Asia siguió Corea dividida y el diferendo de Taiwán, además que la capacidad nuclear rusa y china siguió viva, amenazante y creciendo, sumada a la de Irán y Corea del Norte. El colapso del poder ruso no fue permanente, solamente fue un parpadeo. Rusia volvió al ataque, de la mano de China.

No cabe duda de que desde 1991 se han producido cambios estructurales de gran alcance, y no sólo en materia de tecnología. China había sido el socio menor en el orden alternativo antioccidental; ahora, Rusia ocupa esa posición. Pero el bloque está más unido que nunca. “Los imperios van y vienen –escribe Kotkin- los bloques perduran”. Hace casi dos décadas, China y Rusia comenzaron a desarrollar una asociación antioccidental a plena luz del día.

Desde el punto de vista geopolítico, la bisagra histórica de finales del siglo XX se situó menos en 1989-91 que en 1979. Ese fue el año en que el líder chino Deng Xiaoping normalizó las relaciones con Estados Unidos y comenzó la aceptación del Partido Comunista Chino de la liberalización económica, que expandió exponencialmente la economía y el poder global de China. Ese mismo año, el Islam político llegó al poder en Irán en una revolución cuya influencia repercutió más allá de ese país.

Estados Unidos y Occidente se equivocaron y pensaron que la contienda ideológica se había resuelto a su favor. Pero la realidad es que desde finales del Siglo XX Rusia, Irán y China demostraron que no aceptarían el mundo unipolar y darían la batalla.

Dicho sea de paso, en la visión evolucionada, el concepto de “Occidente” ya no es una ubicación geográfica sino una concatenación de instituciones y valores -libertad individual, propiedad privada, estado de derecho, mercados abiertos, disenso político- y que abarca no sólo Europa Occidental y Norteamérica sino también Australia, Japón, Corea del Sur, Taiwán y muchos otros lugares. Esta idea es respaldada por Margaret MacMillan, quien, en la ya citada entrevista, dijo que el término “países occidentales”, “no es más un término geográfico, sino que se trata más de un término político e ideológico”.

China aprovechó su integración en la economía mundial, sin liberalizar su sistema político. Irán se embarcó en una búsqueda continua para dinamitar su vecindario en nombre de su propia seguridad.

La invasión de Ucrania por parte de Putin y la evidente complicidad de Xi Jinping, a su vez, sacaron a Europa de su dependencia de la energía rusa y de su complacencia comercial sobre China y su líder.

Está muy extendida la opinión de que no se puede permitir que Putin triunfe en Ucrania, no sólo por el bien de Ucrania y de Europa, sino también por el bien de la estrategia asiática que Estados Unidos y Occidente, está llevando a cabo. Moscú es ahora un paria, y ya no se puede mantener el status quo con Pekín. De cara al futuro, nada es más importante que la unidad de Occidente tanto con respecto a China como a Rusia.

Nuestra síntesis del momento geopolítico

Basado en diversas fuentes, incluidas las citadas, coincido con la idea de que el conflicto geopolítico actual, entre, por un lado, Occidente, liderado por Estados Unidos y, por el otro, el bloque antioccidental, liderado por el eje China-Rusia, no es más que una evolución del mismo conflicto de la Guerra Fría, solamente que en otro capítulo.

La guerra de agresión rusa sobre Ucrania no es solamente un conflicto bilateral, sino que es el frente de batalla más evidente y activo del conflicto más amplio que existe entre esos dos bloques y que tiene abierto muchos otros frentes.

Las instituciones propias del multilateralismo como la ONU y la OMC, han tenido y seguirán teniendo alguna utilidad, pero si bien ya estaban debilitadas, como lo demuestra el peso del G-20 desde la crisis financiera del 2008, ahora pasarán a un plano mucho menos importante, porque la guerra de Putin rompió con la hipocresía y el conflicto mundial es más directo.

La realidad es que Rusia y China siempre han estado en guerra. Se han venido rearmando para enfrentar a Occidente. Rusia viene actuando militarmente desde hace más de una década para reposicionarse: en Chechenia, Georgia y Siria. También en Crimea, donde usaron tropas regulares sin insignias, lo cual va contra toda regla de la guerra moderna. De hecho, tal como ha documentado la BBC, Rusia ha patrocinado la intervención mercenaria de The Wagner Group en áreas de conflicto como Libia.

Tanto Rusia como China han desarrollado guerras cibernéticas para profundizar las divisiones de Occidente, para debilitarlo, tal es el caso del referendum del Brexit en Inglaterra y las elecciones de Estados Unidos en 2016; durante el referendum ilegal de Cataluña en 2017; durante la revuelta de los chalecos amarillos en Francia en 2018 y contra infraestructuras clave de Estados Unidos a cada momento.

Hubo colaboración agresiva con el ex agente de Estados Unidos, Edward Snowden, que filtró información secreta, a quien Rusia le dio la nacionalidad, así como ataques en Inglaterra con venenos químicos de la Guerra Fría, poniendo a la población en general en riesgo.

El estilo de China es diferente. Más financiero, aplicando eso que Chris Alden de la London School of Economics, denominó en un ensayo del año pasado: “la diplomacia de la deuda China”. Una ofensiva por el mundo del financiamiento para el desarrollo en el Hemisferio Sur, construcción de infraestructura y participación de empresas estatales chinas subvencionadas, para hacer dependientes a los países y controlar infraestructuras claves.

Y no solo en África y América Latina. “En toda Europa -reportó la BBC en mayo pasado- mientras los gobiernos se preocupan por la invasión de Rusia a Ucrania después de la pandemia, Pekín está en marcha, ampliando su cartera, administrando puertos y minas europeos, construyendo carreteras y puentes, invirtiendo donde otros no lo harán”.

Lo que Rusia no hizo con capitales lo hizo con el gas y el petróleo. De hecho, ya para nadie es un secreto que su estrategia de hacer dependiente a Europa del gas ruso, fue también, como gran parte de las inversiones chinas, un acto de guerra o de expansión imperial contra Occidente.

¿Qué ha pasado con el eje China-Rusia ya bien avanzada la guerra de Ucrania? Algunos han sentido que la retórica China de apoyo a Rusia ha bajado de tono. Sin embargo, eso es simplemente un movimiento táctico.

Sobre ello Helena Legarda, experta del Instituto Mercator, escribió un interesante artículo en EL PAÍS, este 1 de noviembre, donde dice: “La relación entre China y Rusia puede no estar exenta de límites, como ha demostrado la negativa de China a violar abiertamente las sanciones occidentales, pero está firmemente cimentada en su visión compartida de Estados Unidos y de Occidente en general como su principal adversario, y por su objetivo común de reformar el orden mundial”.

Hablando de Panamá, en definitiva, al no existir tal cosa como un idílico Orden Internacional Liberal donde reine la paz eterna del multilateralismo, lo que corresponde es tomar partido por su espacio natural, es decir, apoyar de forma categórica a Occidente en su conflicto con el eje China-Rusia. Sin medias tintas. Ello significa que en el frente de Ucrania tenemos que estar de forma indubitable con Ucrania, no solamente porque se trata del país agredido y porque Rusia está violando los Derechos Humanos de la población civil, sino porque así ponemos nuestra parte en la unidad de Occidente.

A los lectores interesados en Panamá, próximamente estaremos reflexionando en estas páginas de FUENTES INFORMADAS, sobre la posición adoptada por la política exterior de Panamá frente a este nuevo y a la vez viejo contexto geopolítico.

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