Un sitio emblemático que tuvieron los seguidores de Adolfo Hitler en el continente sudamericano
(Especial para Fuentes Informadas)
El arribo de varios contingentes alemanes antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial a la Argentina sigue teniendo misterios que no dejan de dar sorpresas, a pesar de ser conocidos e investigados. En las sierras de Córdoba, en la Patagonia y en Misiones las huellas que dejaron los nazis son muy visibles, pero guardan numerosos secretos.
Uno de los sitios más emblemáticos que tuvieron los seguidores de Adolfo Hitler en el continente sudamericano fue sin dudas el Edén Hotel, construido en la ciudad de La Falda, en el corazón del valle de Punilla. Su construcción marcó una época de grandeza a comienzos del siglo pasado. Quienes vieron la película El Resplandor de Stanley Kubrick, sabrán muy bien que hay hoteles que mejor evitarlos. El Edén no será el Overlook, pero tiene lo suyo.
Se erigió como un alojamiento de lujo para la aristocracia, un sitio que sirviese como refugio de millonarios, políticos y hombres de poder, representado con su imponente entrada con dos leones tallados y un águila en lo alto de la construcción. Sin embargo, con el paso de los años, también se volvería un sitio repleto de leyendas escalofriantes y visitas misteriosas. En sus instalaciones se recaudaba dinero para el proyecto nazi. Por eso, no se puede narrar la historia del Edén Hotel sin tener en cuenta las vinculaciones con Alemania.
Su historia oficial dice que todo comenzó en 1895, cuando un coronel prusiano, Roberto Bahlcke, llegó hasta lo que en ese entonces era un paraje deshabitado en las sierras, de difícil acceso, pero no muy lejano de la ciudad de Córdoba.
Bahlcke compró 900 hectáreas pertenecientes a la estancia “La Falda de la Higuera” con la intención de levantar un hotel de lujo donde además se pudiesen tratar las afecciones respiratorias como la tuberculosis. También invirtió en tierras cercanas a las vías del ferrocarril para construir una estación que permitiese la llegada de los huéspedes.
Las obras comenzaron en 1897 y los capitales para la construcción fueron aportados por familias vinculadas con Alemania. En 1898, el hotel entró en funcionamiento y era frecuentado por las familias argentinas más importantes que provenían desde Buenos Aires, Rosario y Córdoba.
A pesar del lujo, y de su clientela first class, el hotel no aguantó los vaivenes económicos del liberalismo concentrado en el puerto porteño y fue vendido a María Herbert de Kreautner, quien logró explotarlo con éxito.
Durante los años dorados, contaba con 100 habitaciones, luz eléctrica generada por una usina propia, servicio postal, lavandería diaria, cámara frigorífica, calefacción central y dos cocinas (una para comidas saladas y otra para dulces), huertas con frutales, animales, tambo y hasta matadero propio. Su comedor tenía capacidad para 250 comensales, contaba con un Salón Imperial, donde se hacían fiestas de gala con orquesta en vivo, una cava con 10 mil botellas coleccionaba vinos finos europeos, una sala de juegos, canchas de tenis y bochas; caballería, una terraza para el té con un patio exclusivo para las damas, un patio cervecero para los caballeros y hasta un teatrino.
Quienes pasaron por el hotel
El majestuoso hotel, faro de las serranías aún inhóspitas, supo albergar al poeta Rubén Darío, al físico Albert Einstein y al músico Arturo Toscanini.
También descansaron en sus confortables piezas, Eduardo de Windsor, Humberto II de Italia y los ex presidentes argentinos Julio Argentino Roca, José Figueroa Alcorta, Agustín P. Justo y Roberto Marcelino Ortiz.
Entre 1912 y 1947, el hotel vivió su apogeo. Lo habían comprado Bruno y Walter Eichhorn, este último casado con Ida Bonfert, junto a quien viajaba frecuentemente a Alemania.
El matrimonio no tardó en mostrar su vinculación con el nazismo, conocían personalmente Hitler (a quien escribían frecuentemente cartas y enviaban regalos), adhirieron al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán y hasta lo financiaron con las ganancias del hotel después de la Primera Guerra Mundial.
Algunos de los objetos que más enorgullecían a la familia era el retrato autografiado de Hitler y el ejemplar número 110 de Mi lucha, perteneciente a una tirada exclusiva de 500 libros que el líder repartió a su círculo íntimo.
Antes de que surgiera el Tercer Reich y durante la Segunda Guerra Mundial, el Edén fue un reducto nazi y sus dueños hasta habían instalado una antena de onda corta y un moderno sistema de radio en el techo del hotel y hacían reuniones, donde retransmitían los discursos de Hitler dentro y fuera del hotel por altoparlantes. Incluso, hay historiadores que aseguran que el Führer estuvo de visita varias veces en el lugar.
En ese contexto, el investigador Francisco Capdevila dejó sentado, antes de fallecer, que en el hotel se construyeron túneles subterráneos para que pudiese entrar y salir del lugar sin ser visto, y los jerarcas nazis que estaban de visita se alojaban en un chalet donde vivían los Eichhorn. Uno de los misterios ha dilucidar rodea a dónde fue enterrada la fortuna que trajeron junto con las armas y otros extraños objetos que llegaban de noche en baúles fuertemente custodiados.
En mayo de 1935, los hoteleros Eichhorn fueron condecorados en la Cancillería del Reich y recibieron un diploma firmado por Hitler que decía: «Querido camarada Eichhorn: desde su ingreso en 1924 usted junto a su esposa ha apoyado al movimiento nacionalsocialista con enorme espíritu de sacrificio y acertada acción, y a mí personalmente, ya que fue su ayuda económica la que me permitió -en el verdadero significado de la palabra- seguir guiando la organización».
Banderas rojas y negras, un cartel con las iniciales del hotel que remite a la cruz esvástica, símbolos del Reich, saludos con el brazo en alto fueron una constante de aquellos años en que el Edén era un paraíso. En simultáneo, en los alrededores del hotel creció la ciudad de La Falda y el establecimiento sumó una pileta de natación, una cancha de golf, un taller mecánico, una sala de bridge y una peluquería.
Cuando se hundió el acorazado alemán Admiral Graf Spee en el Río de la Plata, siete marineros viajaron a La Falda para trabajar en el hotel.
El fin del apogeo
El apogeo acabó en 1945, con la caída de Alemania y el triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, hay una hipótesis acerca de una posible huida de Hitler a la Argentina. Un documento del FBI desclasificado hace unos años, fechado el 17 de setiembre de 1945, dice : «(…) Si el Führer tuviera en algún momento dificultades, él podría encontrar un refugio en ciudad argentina de La Falda, donde ya se han hecho los preparativos necesarios». El documento forma parte de una serie de investigaciones en la que se trabajó sobre la teoría de la supuesta huida del líder nazi hacia América del Sur. Se presume además que Adolf Eichmann y Josef Schwammberger se refugiaron en el hotel, como también alrededor de 1200 alemanes que luego se dispersaron por todo el país.
Lo cierto es que, si bien el país se había mantenido neutral durante todo el conflicto, sobre el final, el gobierno de Juan Domingo Perón le declaró la guerra al Eje y finalmente se incautó el hotel para transformarlo en un centro de reclusión de prisioneros japoneses. Pero sería devuelto a sus dueños dos años después. Después de la confiscación, empezó una debacle que derivó en el cierre del hotel en 1953. Pese a los intentos por reactivarlo, nunca se logró y estuvo abandonado durante cuatro décadas. El edificio quedó en ruinas y comenzó a tejerse una nueva historia mucho más inquietante que la presencia nazi.
Ruidos extraños, sombras y apariciones (algunas que incluso lograron fotografiarse) fueron componiendo un panorama capaz de estremecer hasta al más valiente.
Los vecinos de la zona dicen haber sido testigos de fenómenos inexplicables. Uno de los más perturbadores se registró en la planta superior del edificio durante el verano del año 2006, cuando una niña que se encontraba de visita en el hotel junto a sus padres, aseguró haber visto a otra niña dentro del Edén, que parecía muy enferma y estaba muy pálida, y que la invitaba a jugar.
Por el relato de la niña, familiares y personal del establecimiento subieron para ver y todos coincidieron en experimentar un intenso frío, pero no encontraron a nadie. Poco tiempo después, se repitió una historia similar y cuando revisaron los archivos históricos del hotel, descubrieron que en el mismo sitio de las apariciones había muerto -en 1898- una niña de 8 años de tuberculosis. La apodaron “la Niña Fantasma” y se presume que se trata de Ana Jaime de Abarca, la hija del médico que cuidaba al ex presidente argentino Julio Argentino Roca.
Pero esta no es la única presencia que aterra a los trabajadores del ahora museo. Aseguran que, en la escalera del hall central, suele pasearse un espectro conocido como «la Dama de Blanco», un espectro que, al ser comparada con fotos de época, resulta tener un parecido notable con una de las dueñas del hotel: Ida Bonfert de Eichhorn. Siempre lleva un vestido blanco y suele verse en la recepción, como esperando a los nuevos visitantes.
En un edificio contiguo al establecimiento principal, se registró uno de los fenómenos más perturbadores. Hay noches donde se escucha un llanto desgarrador.
«Pensé que alguien había abandonado a un recién nacido, salí a buscarlo y no había nada. Pero después me enteré que ahí había muerto un bebé de hipotermia ante un descuido de sus padres»; narró el guía del museo actual, Ariel Mansani.
Las viejas calderas del hotel son otros de los enclaves donde un grupo de estudiosos de History Chanel registraron frecuencias paranormales. Y se cree que son fantasmas de algunos de los trabajadores que murieron al calor del fuego, debido a las condiciones en las que trabajaban.
En la planta alta, también suele encontrarse el alma errante de María Krautner, otra de las propietarias del Edén, quien murió allí en 1912 a causa de un cáncer.
Un sitio turístico
Desde 1998, los turistas recorren el lugar y se cruzan con fenómenos en varios sectores, principalmente, en el jardín del hotel. Testimonian que sienten pasos en las habitaciones abandonadas.
Años atrás, una mujer que estaba a cargo de la limpieza del salón de fiestas, aseguró que al abrir la puerta escuchó un murmullo como si hubiese varias personas en el lugar, ruidos como si alguien estuviese brindando y hasta el inconfundible sonido de una orquesta.
«Hay veces que cerca del teatro, aparece una mujer con una capucha negra. Pocos se animan a ir de noche»; aseguró el encargado de las visitas guiadas.
Con más de cien años de luces y sombras, el Edén Hotel se alza imponente en el silencio de las sierras, inquietante de día con sus pasillos llenos de polvo, y perturbador de noche, repletos de huéspedes que se resisten al olvido.