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Bárbara y el Rey

Bárbara

Bárbara Rey, en una imagen reciente. | Fuente: EP

La actriz admite que fue amante del emérito en dos etapas, asegura que se portó muy mal con ella y que en la cama le contaba “secretos de Estado”

Entre Bárbara Rey y el monarca don Juan Carlos hubo tres años intensos de una relación más sexual que amorosa en una primera etapa, y algún tiempo más cuando los amantes vuelven tras el divorcio de la actriz con Ángel Cristo.

Ya está, asunto aclarado por si, como canta Isabel Pantoja, “había una pregunta en el aire o alguna duda sobre ella”, la actriz, este martes que le sobraba tiempo, quiso confesarse y lo hizo en el programa ‘Chester’ de Risto Mejide, en Cuatro.

El icono sexual de la España de los años 70, la reina del destape y una de las mujeres más deseadas nunca lo había reconocido hasta ahora, así que no extraña la expectación y el morbo creado por escuchar sus amoríos con el monarca en múltiples encuentros que mantuvo -siempre en una casa particular­-, de los problemas profesionales que sufrió, de los miedos que pasó y de lo mal que se portó con ella.

Dijo Risto al terminar que uno “no es siempre dueño de sus silencios pero sí esclavo de sus palabras”. Seguramente pretendía recalcar que el secreto de estado peor guardado de España, es decir la relación amorosa que mantuvieron la actriz y el Rey Juan Carlos, estaba en boca de toda España aunque ella nunca lo reconociera. Eran años en los que el emérito era intocable y sus fogosos y frecuentes escarceos pasionales un problema que llevaban de cabeza a los servicios de inteligencia y seguridad del Estado.

25 millones de pesetas

Bárbara Rey no lo comenta explícitamente, pero de sus palabras se podría pensar que el don Juan de Zorrilla lleva de serie la educación “que a este tipo de gente le dan”, pero que al final en asuntos de cama es poco delicado, poco dado a las velitas y vino en la bañera ni a las rosas con poemas de Neruda. Que si veo un pecho, que lo toco, y lo hizo el emérito en lo que pudo ser un montaje organizado con fotógrafo para sacar provecho económico a cambio de no contarlo. Esto sucedía en junio de 1994 y el entonces jefe de los servicios de inteligencia, Emilio Alonso Manglano, pagó 25 millones de las antiguas pesetas para que el asunto quedara en nada. Y quedó.

Más de uno habrá pensado que lo de ligar, si eres rey, es más fácil que hacer un bizcocho de limón, y yo creo que eso de ser rey tiene que facilitar un montón las cosas, pero, por lo que declara Bárbara, el emérito se lo tuvo que currar y mucho. La llamó a casa, así por las buenas (en esto, por ejemplo, se ve que ser rey ayuda porque si no cómo iba a conseguir el teléfono de la señora más buenorra del país), y no estaba. Una amiga le dijo que le había llamado “un señor que dice que es el Rey” y la actriz no se lo tomó muy en serio. Pero cuando el amor aprieta, uno no se detiene por nada, así que las llamadas del monarca se suceden hasta que la vedette se pone y entonces le explica que “le gustaba mucho su trabajo y que la seguía mucho por los medios”. El emérito se fue animando y también le dijo que era guapa, que le gustaba mucho y que estaba muy buena, lo que era verdad, las cosas como son.

Bárbara cuenta que esa primera conversación fue más o menos así, mismamente como un tortolito entregado a la causa que había desplegado todo su arsenal de seducción. Hubo muchas llamadas hasta que por fin se produce el primero de muchos encuentros lujuriosos y Bárbara se acomoda en el círculo próximo del Rey en Zarzuela, en donde asiste a actos sociales de todo tipo, como la cena de gala en honor al entonces presidente de la república francesa Valéry Giscard d´Estaing. La Rey no se explica por qué no han salido fotos de esos actos oficiales, porque las había y ella estaba en muchos de esos actos. Es de suponer que lo comenta con sorna.

“En la cama el rey me contaba secretos de Estado”

Dicen que las segundas partes nunca han sido buenas (en este caso quizás ni la primera), pero la actriz se divorcia del domador de leones tras nueve años de malos tratos y sufrimiento, y vuelve con el monarca en una etapa salpicada por el escándalo que todos conocen y del que nadie habla.

Se asegura que existen grabaciones a ella y de ella, de un robo en su casa en el que le quitan el material, y se recuerdan las declaraciones de una mujer asustada que llegó a decir que si la matan todo el mundo sabría quién había sido. Bárbara Rey no reconoce con Risto que a ella le pagaran grandes cantidades de dinero por su silencio y discreción, millones que gestiona Manglano. Lo cuentan con detalle los periodistas Juan Fernández-Miranda y Javier Chicote en El jefe de los espías.

Culebrón venezolano o serie turca, por lo menos, en el que la actriz sonríe para no dar algunas respuestas, antes de acabar con una confesión inquietante: “En la cama se habla de muchas cosas y el Rey habla mucho y contaba secretos de Estado que nunca saldrán de mí”. Y de acabar, también, con un reproche que humedece sus ojos: “Una vez le dije que necesitaba dinero porque mi hermana estaba enferma de cáncer y me contestó que él no tenía una varita mágica. Se portó muy mal conmigo, destrozó mi carrera profesional porque él y su entorno me vetaron para que no pudiera trabajar, y cuando le pedía ayuda él hacía como el que oye llover”.

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