Cuando la vida se diluye en 15 años de olvido

17 de octubre de 2025
5 minutos de lectura
Cuando la vida se diluye en 15 años de olvido
Ilustración recreada con inteligencia artificial de un hombre muerto en su casa desde hace quince años. /FI

Pasan tantas cosas que se nos pasa por alto la crueldad de que alguien pueda permanecer muerto en su casa sin que nadie lo eche de menos

En los últimos días y semanas están pasando cosas en el mundo que sobrecogen, sorprenden, divierten, entusiasman, decepcionan, duelen o espantan. No hay tregua en el riego constante de una actualidad que nos agita en lo político, lo cultural o lo económico. Incluso en los deportes y la farándula. Están pasando cosas relevantes, sí, pero de todas ellas a mí me ha impactado especialmente una que me ha empapado de tristeza.

Podría haber sido la firma de la primera parte del acuerdo de paz que pone fin a la masacre de palestinos a manos de Israel, con un exultante e insultante presidente norteamericano Donald Trump como protagonista. Insultante en lo que se refiere a España y su manía persecutoria al país, y exultante por el éxito diplomático de un acuerdo que se antoja débil y frágil para dar por hecho su cumplimiento.

La firma ha sido un respiro en todo caso y ahora habrá que mantener la mirada en una población hambrienta que al volver solo encuentra montones de escombros y ruinas. No tienen nada y muchos no tienen a nadie más que la memoria de los que faltan.

Entre la vida y la muerte

Pero el mundo ha seguido en los últimos días y semanas rotando entre la vida y la muerte, olvidadizo de la crueldad que se respira en otro lugar de sangre: Ucrania, donde el tirano Putin sigue a la suyo, que es matar y destruir sin atender a razones ni a humanidad. Un  mundo que se ha acomodado en la injusticia del mismísimo Trump con los migrantes que intentan llegar a Estados Unidos, y expectante a los tambores de guerra que suenan en las aguas próximas a Venezuela, donde todo se prepara para ir a peor. ¡Y quería el Premio Nobel de la Paz porque se cree digno de él!

Hemos sabido estos días que el Nobel de la Paz se lo han dado precisamente a una venezolana, la opositora al régimen de Maduro María Corina Machado; que el Premio Planeta lo ha ganado Juan del Val, que ya es casualidad que por segundo año consecutivo sea otro personaje popular y mediático de Antena 3, que es del grupo Planeta, el que se lleve el galardón. Sucede, aunque no tenga nada que ver, en plena guerra entre la dirección de la Real Academia Española y el Instituto Cervantes que dirige el poeta García Montero, “paniaguado y mediocre” en palabras de Arturo Pérez Reverte, y en medio de los esfuerzos del Rey don Felipe para defender desde Perú los valores del español por lo que une.

David vence a Goliat

Hemos sabido en las últimas horas que ha fracasado la opa hostil del pez grande, BBVA, que no se ha podido comer al pez chico, el Banco de Sabadell. La guerra entre ambas entidades, que se ha alargado durante más de un año, la ha ganado David y Goliat se ha quedado a dos velas. Y eso que ha puesto empeño y anuncios, tantos como el propio Sabadell, y para qué engañarnos: opas así a los medios de comunicación les vienen de cine porque la cartera publicitaria ha engordado.

Hemos comprobado que el espectáculo de la corrupción sigue su curso, con las entradas de los Koldo y Ábalos al Supremo y sus inesperadas libertades provisionales, aunque haya riesgo de fuga y se sepa ahora que son más chorizos, incluso, de lo que se pensaba. El juez ha considerado que no había razones para enviar a la cárcel a estos puteros y sinvergüenzas que se han pegado la vida padre a costa del dinero público y ahí están, ahí están, como la Puerta de Alcalá, mientras la otra pata del clan, el tal Santos Cerdán, sigue en prisión por más o menos lo mismo que ellos. Cosas que pasan, aunque el personal no las entienda mucho. Tampoco yo.

Abucheos al presidente

No lo han entendido tampoco los que abroncaron al presidente cuando llegó a la tribuna para el desfile de la Fiesta de la Hispanidad, y eso que el CIS de Tezanos lo sitúa en cabeza en intención de voto y a 15 puntos del PP, al que dice el sondeo que Vox le pisa los talones. Tezanos no debió escuchar la pitada porque siguió el evento por RTVE y aquí se tapó la protesta en un sonrojante ejercicio de poca profesionalidad periodística en un medio público. Otra vez son cosas que pasan, aunque no deberían.

Y así ha transcurrido la vida en jornadas en las que la afición del toreo todavía no se cree que el maestro Morante se haya cortado la coleta, así, sin más, o que se haya anunciado el regreso de la Oreja de Van Gogh y su musa Amaia Montero, o que la selección española brille con la magia de Pedri y haya engatusado a la afición que sueña de nuevo con otra época dorada del fútbol, y que Aitana ya tenga empistada su nueva gira mundial.

Podría haber sido cualquiera de esas cosas que suceden lejos o cerca, pero ninguna de ellas, por trascedentes que sean, que lo son, me han impactado tanto como una noticia que ha pasado casi desapercibida en el trajín de una actualidad agitada en la que todo ocurre entre redes y medios con demasiada prisa, tanto que una cosa solapa a la siguiente sin dejarla madurar ni reposar. Eso hace que nos acostumbremos al dolor, al horror y a lo insólito de acontecimientos que se suceden como si tal cosa. Parece que estemos inmunizados y eso no es bueno.

Quince años muerto en su casa

¿Cómo es posible que hayan encontrado, y por la casualidad de una humedad, el cadáver de un hombre que llevaba muerto en su casa 15 años? ¿Cómo es posible que nadie en tanto tiempo se preocupase lo más mínimo por él? ¿Que nadie preguntase por él? ¿Qué nadie lo haya echado de menos? Tenía dos hijos, pero no le hablaban al padre desde que se separó de su esposa. Se quedó en la nada desde que lo vieron por última vez en una reunión de la comunidad de vecinos del bloque, y murió en soledad sin que nadie reparase que faltaba en la calle, en las escaleras, en la panadería, el centro de salud o en el bar. La huella de su vida se borró en quince años de silencio.

Es un ejemplo de absoluta crueldad que hace pensar en la soledad que se ahoga en olvido y se pierde en el vacío, en el rastro de una vida que se difumina hasta que no queda ni el recuerdo. No es por desgracia el único caso en el que la soledad puede con la dignidad, aunque ninguno como éste.

Han pasado y pasan tantas cosas que se nos pasa por alto que alguien puede permanecer muerto durante 15 años en su casa sin que le importe una mierda a nadie. A mi me produce una tristeza enorme y me da qué pensar sobre la existencia humana en una sociedad que se ha vestido de conformismo y resignación para no ver, no sentir y si es posible, no sufrir más de lo necesario.

No tuvo una palabra de consuelo en su vida ni ha tenido una palabra de recuerdo en su muerte. Murió tan solo que se consumió sin dejar rastro.

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