Cuando en el 90 cumpleaños de don José Antonio Muñoz Rojas me correspondió el turno de palabra, argumenté que el gran poeta era, además, un verdadero maestro.
-“Nunca debió llamarme maestro”, me espetó, muy enfadado de verdad, el antequerano.
En sucesivos encuentros fue dedicándome todos sus libros con su letrilla de mosca atribulada; yo le insistí que me dejase escribir su biografía:
-“Mi vida no le interesa a nadie. A nadie”.
La humildad condecoraba sus palabras. Ninguno en su generación tan cordialmente sencillo en la grandeza de sus libros.
Ante su respuesta, recordamos juntos unos versos suyos que sirvieron de réplica: “Aquel señor que el día de antes, ya ve usted, estaba tan bien y hoy, ya ve usted, ya ve usted”…
Aunque la muerte estaba a un paso, yo no quise en Muñoz Rojas descubrirla, ya ve usted el disimulo, ya ve usted.