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Un refugio que alberga animales sin distinción de especies

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Concentración de la asociación El Rebrot de la Vida en Catarroja, Valencia. | Fuente: El Rebrot de la Vida

En el municipio valenciano de Catarroja, El Rebrot de la Vida ha proyectado un documental contra la industria que, según dicho centro, los explota sin respetar el medio ambiente

El Rebrot de la Vida es un refugio de animales que no distingue entre especies. Según el centro, estos sufren una dura explotación para ser consumidos dentro de una industria que impacta negativamente en el medio ambiente. Este domingo, en la Casa de la Cultura del municipio valenciano de Catarroja, la asociación ha emitido un documental. Kate Winslet protagoniza este largometraje, que expresa esa denuncia. Su nombre es Eating Our Way to Extinction (en inglés, “comiendo nuestro camino a la extinción”).

“Queremos visibilizar todas las consecuencias que tiene para nuestro planeta el consumo animal que a día de hoy podemos sustituir por una larguísima lista de alternativas vegetales, explica la asociación en un comunicado. Esto contribuiría a evitar financiar a industrias de las más perjudiciales, según el centro.

Desde El Rebrot de la Vida destacan que “el especismo es la discriminación por especie. Es lo que nos lleva a dar un trato diferente a los demás animales, sin parar a pensar que sienten igual que un perro o un gato”.

La cuestión de la salud

Además, defienden que “las alternativas vegetales no son insípidas ni aburridas”. “Existe muchísima variedad e, incluso, productos que llegan a imitar la textura y el sabor de los originales”.

“La industria animal es responsable de muchísimas de las enfermedades”, afirma la asociación. Este colectivo está convencido de que “en el tercer mundo no morirían niñas y niños de hambre si lleváramos una alimentación vegetal”.

“Se dedican indecentes recursos vegetales para alimentar a millones de animales más que a personas”, remarca la asociación.

Por su parte, la bióloga Rosa Más asegura que “la domesticación y la selección de los animales más idóneos para su uso por parte del ser humano, a lo largo de los siglos, ha generado individuos vulnerables a los agentes patógenos”. Por eso, tienen que tratarlos “con diferentes sustancias que acaban en el suelo y en el agua. Incluso, en refugios y santuarios”.

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