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Un puto mundo de mentira, desigual, injusto y clasista en la vida y en la muerte

La búqueda contrareloj de los cinco ocupantes del sumergible que iban a ver los restos del Titanic, no debe hacernos olvidar que más de 500 personas permanecen en el fondo del Mediterráneo tras hundirse el pesquero en el que viajaban

Imagen aérea del pesquero en el que viajaban 750 personas que se hundió hace seis días en aguas de Grecia. /EP

La búsqueda contrarreloj de los cinco ocupantes del sumergible que iban a ver los restos del Titanic, no debe hacernos olvidar que más de 500 personas permanecen en el fondo del Mediterráneo tras hundirse el pesquero en el que viajaban

En este puto mundo de mentira, de poder, desigual, injusto y clasista por supuesto que todos los muertos no son iguales a ojos de los hombres de la manada y menos de los poderosos.

Acabo de ver todos los telediarios abrir con la agónica búsqueda de los cinco viajeros del submarino ‘Titán’ atrapados en la nave cuando iban a ver los restos del Titanic, en el fondo del océano, una experiencia inolvidable por la que han pagado hasta 250.000 dólares.

Desde que supo que el sumergible desapareció el domingo a unos 700 kilómetros de la costa de Newfoundland, el aluvión informativo ha sido extraordinario. Hemos visto gráficos, vídeos y fotografías de la nave, sus condiciones de habitabilidad y características técnicas, y por supuesto conocemos ya la vida, obra y milagros de los cinco millonarios que lo ocupan en un viaje que va a ser de todo menos de placer.

Y claro seguimos al minuto el acontecimiento porque turistas y tripulantes solo disponen de oxígeno a bordo para 96 horas, en el mejor de los escenarios, desde que comenzó la inmersión y la suerte final puede ser trágica.

De entrada, soy el primero que deseo que todo acabe bien y que todos y cada uno de ellos sean rescatados con vida porque creo que todas las vidas, todas, merecen la pena como para luchar por ellas.

Y sí, todas, también las de los 750 migrantes que viajaban en un pesquero que se hundió la madrugada del 14 de junio a 80 kilómetros de Grecia. Esto ocurrió hace seis días y hasta ahora alrededor de 500 personas, cien de ellas niños de todas las edades y mujeres, permanecen desaparecidos y se sospecha que están en la bodega del barco, en el fondo del Mediterráneo.

Me angustia pensar en la desesperación de los cinco turistas en el interior del sumergible que ven que se les acaba el tiempo y pueden perder la vida, pero me duelen en el alma los gritos sordos de socorro de los parias que nunca conoceremos cuando clamaban por su vida y nadie los escuchó. Nadie les ayudó.

Son cientos y huían de la miseria en busca de una oportunidad en la vida, pero está claro que nacieron con las cartas marcadas y ni siquiera con su muerte importan en la partida, tan poco importan que hay más que dudas de la actuación de la guardia pesquera griega cuando supo de las condiciones del pesquero antes de que se hundiese.

Nacieron para morir sin una oportunidad. Se la arrebataron los traficantes de personas que los hacinaron en un barco sin posibilidades de llegar a puerto, aunque la suerte les fue esquiva desde la cuna en un lugar que no merecían.

Seis días después siguen sin aparecer y no se ha montado ningún dispositivo de rescate especial con modernos equipos civiles y militares desde aeronaves, buques y el ‘sursum corda’. ¿Acaso importan estos cientos de migrantes que solo son unos cientos más de los miles que siguen el mismo destino?

Ojalá aparezcan con vida estos cinco turistas del sumergible Titán. Rezo por ello. Pero si no lo consiguen no habrá sido porque los dejen tirados a su suerte en las profundidades del océano cuando perseguían una aventura, como sí les ha ocurrido a las más de 500 personas que perseguían el sueño de una vida mejor y se encontraron con nosotros, con nuestra escandalosa indiferencia.

Sí, la grosera indolencia de un mundo hipócrita en el que se puede tocar la gloria cuando se tienen los medios para acceder al mejor tratamiento médico, a los mejores especialistas, al paraíso de los sueños en mansiones y caprichos, en lujos y oportunidades para ti y tu familia… Y se toca el infierno cuando no eres nadie, cuando no le importas a nadie más que el puñado de dólares que te puedan robar. Es verdad que al final todos morimos, pero duele más hacerlo en el olvido

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