Donald Trump y Netanyahu, o lo es casi igual, Estados Unidos e Israel, se burlan del mundo y desprecian en la ONU el clamor para acabar con el exterminio del pueblo palestino. La organización celebra sus 80 años en un momento difícil y probablemente el más cmplejo desde su creación porque no tiene el control para imponer ni decidir. Y ese es el problema, que es poco más que un decorado bienintencionado que puede hacer muy poco para que las cosas cambien.
En un organismo que celebra su asamblea general coincidiendo con su 80 aniversario, Israel y sus aliados, pocos pero poderosos, han dejado claro que no habrá reconocimiento para un Estado de Palestina, por mucho que la cascada de países que lo han hecho en los últimos días y horas no haya parado de crecer, horrorizados por la masacre que el ejército israelí lleva a cabo en Gaza, lugar que ha aislado de todas las comunicaciones para que los medios no informen de los crímenes que tienen lugar allí.
La orden es aniquilar, arrasar Gaza y cuanto exista allí, y los militares de Israel pasan como apisonadoras sin importar que lo que dejan aplastados en el camino son ancianos, mujeres y niños, miles de ellos a los que Netanyahu mata con bombas o el hambre.
La asamblea general de la ONU se ha convertido en una cumbre mundial contra el genocidio que reúne a los principales líderes del planeta, entre ellos el presidente Pedro Sánchez y el Rey don Felipe, que desde la tribuna piden dar un paso adelante para acabar con la barbarie. Lo piden ellos y los dirigentes de los principales países en una institución que nació en 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, por el compromiso de 51 países de “mantener la paz y la seguridad internacional, fomentar entre las naciones relaciones de amistad y promover el progreso social, la mejora del nivel de vida y los Derechos Humanos”.
Es sorprendente que en una institución que nace para la paz países como Israel y Estados Unidos desprecien el clamor mundial contra la guerra. Esta de Gaza y la crueldad de Putin con Ucrania.
El presidente Donald Trump, ha dicho desde la tribuna de oradores que el reconocimiento «unilateral» del Estado palestino, como han hecho más de una decena de países en los últimos días, representa una «recompensa» a «los terroristas de Hamás», en línea con los argumentos del Gobierno de Benjamin Netanyahu, y cierra de esta forma cualquier medida que pase por frenar la escalada bélica de su gran aliado.
Trump también pensó que resolver el conflicto en Ucrania sería «más fácil», como él mismo ha admitido este martes, pero ha culpado a Rusia de mantener una guerra que «debería haber sido cuestión de días» y ha lanzado amenazas veladas contra los países que, como China e India, puedan «financiar» el conflicto, según recoge Europa Press.
La «mentira» del cambio climático, el programa de la inmigración… formó parte de un discurso demoledor del presidente norteamericano en el que vino a dar a entender que no hay nada antes o mejor que él, y claro, mucho menos la ONU.
El magnate republicano ha avisado de que, «si Rusia no está preparada para llegar a un acuerdo y acabar la guerra, Estados Unidos está preparado para imponer un paquete muy contundente de aranceles», pero ha apuntado que, para que sea «efectivo», desde Europa también se deberían seguir «las mismas medidas exactas», añade la misma crónica.
Pese a ello, el secretario general de la ONU, António Guterres, ha reivindicado la importancia del multilteralismo, en general, y de Naciones Unidas, en particular, una «brújula moral» y un «faro de Derechos Humanos» en un mundo sacudido por conflictos como el de Ucrania y el de la Franja de Gaza.
Guterres considera que, 80 años después de su creación, la ONU sigue siendo «un guardián del Derecho Internacional», teniendo en cuenta además que todos los países deberían tomar este grupo de reglas comunes como piedra angular de la resolución de conflictos.
Pero lo cierto es que lejos de las motivaciones por las que nació, un organismo como la ONU ha perdido el peso, el poder y la influencia necesaria para convertirse en brújula y que la fuerza de naciones como Estados Unidos, Rusia o Israel, además de las potencias emergentes como la India, China o Brasil, hacen y deshacen frente a una mayoría débil y silenciosa a la que le queda poco más que el ‘pataleo’ en la institución.
El papel de Europa y Reino Unido ha dejado mucho que desear en los conflictos de Ucrania y Gaza, con potencias como Alemania o Francia atenazadas y temerosas de verse salpicadas y víctimas de graves contradicciones, como condenar la guerra en Gaza y después comprar armas a Israel, o la de Ucrania, y después convertirse en los principales compradores de gas y petróleo a Rusia, que ha sido, por cierto, una forma importante de financiar la actividad militar.
La ONU llega a sus 80 años herida y debilitada, quizás sean cosas de la edad, que no perdona, y menos para enfrentarse a un campo de juego en el que dominan psicópatas hambrientos de sangre. Se habla mucho, y eso es bueno, pero los discursos no bastan para solucionar los problemas.