Hoy: 23 de noviembre de 2024
Uno de los discursos más indecentes que le he escuchado a un alto cargo se lo oí hace unos días al presidente del Barcelona ‘més que un club’, Joan Laporta. Fue a propósito de saltar el escándalo sobre el pago de cantidades millonarias al exvicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, José María Enríquez Negreira.
Si es que hay alguien que todavía no se ha enterado de que va este ‘Negreiragate’, en pocas palabras se trata de un enorme chanchullo, por utilizar palabras amables, que denuncia el pago de casi 7 millones de euros desde las arcas del Barça entre 2001 y 2018 al que fuese el segundo que más mandaba en los árbitros españoles. Y ¿para qué?, se preguntan los incautos. Pues ‘pa‘ obras de caridad va a ser que no.
El caso es que cuando a este señor Laporta le preguntan por ello declara con evidente enojo que es habitual que cuando las cosas le van bien al Barcelona “salgan a la luz este tipo de noticias”… ¡No hija, no!, que decía el maestro Ozores después de una larga e ininteligible parrafada en el mágico ‘1, 2, 3…’ de Chicho. Pues ¡no hijo, no!, no, señor Laporta, puede que haya coincidido que el Barcelona encabece la clasificación cuando se ha conocido esta corruptela, pero lo importante, lo verdaderamente importante y lamentable es que una institución como el equipo culé sea protagonista de un hecho que se acerca a la delincuencia más chabacana que está causando un daño irreparable a la imagen del fútbol español.
¿Qué habría pasado, qué se habría dicho en los territorios ‘indepes’ si al que cogen con el carrito del helado hubiese sido el Real Madrid o el Atlético de Madrid? Al “¡España nos roba!” lo habría mejorado el eslogan “¡los españoles compran los árbitros para robar los títulos al Barça!”, porque el “así, así gana el Madrid”, está ya muy visto y, por lo visto, “el que en realidad así, así gana…”, son los barcelonistas… O esa duda tenemos ya.
Señor Laporta y demás directivos, aclaren lo sucedido, den la cara y exijan responsabilidades por la buena imagen de un club que dicen es mucho ‘més que un club’. Y de paso, aunque en lo deportivo al parecer el asunto ha prescrito, entre las instituciones españolas del deporte y no deportivas deberían ser menos pusilánimes y tomar medidas, quizás por lo penal, porque algo tendrá que decir Hacienda, alguien tendrá que explicar para qué se pagaban esos 500.000 euros anuales al señor Negreira -que por cierto es el que asignaba los árbitros para cada partido-.
Puede que la FIFA y la UEFA vayan de oficio y pongan luz en el esperpento lamentable que protagoniza el banderín de la independencia catalana. Y claro, ¿qué hacemos con Negreira? El individuo que ponía el cazo y a saber qué hacía a cambio. ¡Cuántas cosas quedan por hacer!