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San Juan de la Cruz. El poeta más alto. El Santo más admirable. Capítulo 7. A partir de 1552

Estatua de San Juan de la Cruz en Medina del Campo (Valladolid). | Fuente: Picryl

MEDINA DEL CAMPO: UNA NUEVA ESPERANZA (1)

Las mismas circunstancias que motivaron la salida de Fontiveros de Catalina y sus hijos, les mueve a salir de Arévalo, donde no cesaron las estrechuras en los tres años que allí vivieron. Tanto han oído hablar de Medina del Campo como una tierra prometida cuya abundancia hacen posible los mercaderes, que a Medina llegan Ana y Catalina, Francisco y Juan, a la espera de un hogar definitivo.

Tres ejes, como tres grandes norias, hacen girar la vida de los medinenses:

-El Castillo de la Mota, donde había muerto en 1504 la reina Isabel la Católica, llena de seguridades y remordimientos, espadas y cruces, hijos mal casados en procura de una sola fe y un inmenso dominio… y en donde cuentan que el esposo Fernando estaba, a la precisa hora, en su cabecera entre sollozos y avideces por la preocupación de una heredera loca.

El peso de Las Indias. El llanto de Boabdil que manchó de dolor las llaves de Granada. Judíos y moros expulsados de sus jardines y de sus negocios, habían envejecido al extremo el corazón de Isabel, que no pudo abarcar tanta grandeza.

Castilla era demasiado pequeña para que cupieran en ella el mundo: el precio de haberlo conseguido fue la muerte de la Reina.

-El Centro de la Vida ciudadana, donde sonaban las monedas de oro entre tapices y libros italianos, sedas y cordobanes, era la plaza ovalada, larguísima y ancha, en cuyo extremo principal la iglesia de San Antolín determinaba la validez de los negocios, que carecían de autenticidad antes de haberse celebrado el Santo Sacrificio.

Circundada por soportales de pintada madera, que guarecía del frío a comerciantes y compradores, la Plaza Mayor de Medina era ella sola un espectáculo de pobres y ricos, curiosos y arruinados, charlatanes y músicos que regalaban a la vista el mejor paisaje para las emociones..

El padre Bruno señala que, en la gran feria de noventa días, algunos mercaderes hacían tan importantes negocios, que uno de ellos construyó el Hospital Mayor con los beneficios obtenidos en los tres meses de apogeo.

-El Tercer Eje lo constituían el mundo de las iglesias y conventos. La Castilla de entonces encerraba en el mismo puño lo profano y lo sagrado. Matrimoniaba la fe con los engaños y sostenía una descomunal reverencia por lo trascendente. He aquí alguna de las causas por las que en las urbes de importancia –Medina del Campo era una de ellas con casi treinta mil habitantes–, se multiplicaban las fundaciones religiosas, en cuyos altares se imploraban gracias o se pedía misericordia.

Además, a la sombra de las iglesias, se organizaban las cofradías de los pobres, la educación de los huérfanos y el cuidado de los enfermos.

Muchas eran las Órdenes Religiosas que habían levantado Casa en Medina: dominicos, benedictinos, franciscanos, trinitarios… Los padres agustinos se instalaron en el convento de Nuestra Señora de Gracia; el 1551, los jesuitas llegaron con el revuelo de su novedad. En 1560, los carmelitas comenzaron a construir su convento junto a la ermita de Santa Ana… Más numerosos aún eran los monasterios de religiosas, de los que tiene especial interés para nosotros el que fundara Santa Teresa de Jesús en 1567, en la calle de Santiago, junto a la caita de los Yepes y cerca de las madres agustinas, bajo cuya asistencia don Rodrigo de Dueñas fundará el Colegio de los doctrinos, uno de los muchos que ya existían en Castilla.

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