Rompiendo estigmas: una educación para la vida

26 de septiembre de 2024
3 minutos de lectura
Película 'Campeones'. | Fuente: RTVE
JOSÉ GREGORIO SÁNCHEZ ESCOBAR

Romper un estigma significa tener una mirada distinta, diferente, otra perspectiva. En las sociedad actual un imperativo para romper la rutina, para dar vuelco a las formas, a las estéticas, para entender las cosas de otra manera. Un respiro para saborear la vida profundamente. Por eso, superar el estigma social representa una de las barreras más significativas que enfrentan las personas con discapacidad, especialmente en el ámbito educativo, allí hay que dar, en ocasiones, ese respiro. La escuela no debería ser solo un lugar para adquirir conocimientos, sino un entorno que prepare a los estudiantes para enfrentar los desafíos de la vida. La inclusión educativa es, por tanto, un derecho y una necesidad esencial para construir una sociedad más justa y equitativa.

Los desafíos cotidianos, como entender instrucciones o relacionarse con compañeros, son oportunidades clave para derribar prejuicios y aprender a convivir con la diversidad. El aula debe reflejar la sociedad en la que deseamos vivir, donde todos los estudiantes, sin importar sus capacidades, puedan aprender juntos, desarrollando empatía y respeto hacia las diferencias. El cine nos ha dado una oportunidad para pensarlo, actores diversos funcionalmente han ganado premios Oscar, Goya, etc., en este universo todos son importantes al cumplir su rol protagónico.

El cine ha capturado de manera excepcional cómo las personas “diferentes” a menudo son excluidas, pero también resalta su riqueza interior. En La forma del agua, por ejemplo, la protagonista, Elisa, una mujer muda, encuentra un espejo de sus propias experiencias en una criatura acuática marginada. Su conexión va más allá de la discapacidad; se trata de aceptar y entender las diferencias en un mundo que teme lo desconocido. Esta película es una hermosa metáfora sobre inclusión y empatía.

De manera similar, en El laberinto del fauno, Guillermo del Toro presenta a Ofelia, una niña que, ante el caos de la posguerra, crea un refugio de fantasía. Aunque no aborda una discapacidad directa, su mensaje es claro: la capacidad de las personas para enfrentar la adversidad trasciende lo visible. Estos personajes son héroes de sus propias historias, lo que nos recuerda la importancia de mirar más allá de las diferencias superficiales.

En el ámbito educativo, entender esas historias propias es importante y fundamental, entender esos mundos permite una reflexión directa para flexibilizar el currículo como punto crucial para permitir que todos los estudiantes, sin importar sus capacidades, aprendan y se desarrollen. La idea no es crear un sistema paralelo para aquellos con discapacidad, sino adaptar el existente para acoger a todos. Esto implica ajustar contenidos y métodos de enseñanza, descomponiendo retos complejos en logros alcanzables para cada estudiante, que les permita desarrollar su rol en la vida.

La inclusión no es un favor, sino un derecho que beneficia a toda la comunidad educativa. Aprender en un entorno inclusivo prepara a los estudiantes para una sociedad diversa, donde las diferencias son la norma. Para que esto funcione, la familia y la sociedad deben ser actores activos. Las familias no solo apoyan a sus hijos en su aprendizaje, sino que también ayudan a construir un entorno que valore las diferencias. Al mismo tiempo, es fundamental que la sociedad rompa los estigmas asociados a la discapacidad, reconociendo que nuestras diferencias son lo que nos enriquece como comunidad.

El cine, como herramienta cultural, tiene el poder de influir positivamente en estas percepciones. Películas como Campeones nos muestran, de manera amena, que las personas con discapacidad intelectual tienen sueños y desafíos, como cualquier otra persona. Este enfoque es clave para cambiar la mentalidad colectiva y demostrar que todos tenemos algo que aportar.

La inclusión educativa es un esfuerzo conjunto entre escuelas, familias y sociedad. Preparar a los estudiantes para la vida implica enseñarles a mirar más allá de las diferencias superficiales y a valorar lo que cada persona puede ofrecer. Las películas La forma del agua, El laberinto del fauno y Campeones nos invitan a reflexionar sobre cómo enfrentamos la discapacidad y la diversidad, no solo en las aulas, sino en la vida cotidiana.

La educación inclusiva es, en última instancia, una educación para la vida. Los pequeños retos, como aprender a colaborar o respetar a quienes son diferentes, son los que realmente nos preparan para ser mejores personas y construir una sociedad más justa y equitativa.

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