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Prostitución

JOSÉ ELADIO CAMACHO

Nada glamuroso tiene habitar el fango. Es tan desolador como un campo infértil y tan estéril como una conversación inacabada. Inhabitable como un edificio en ruinas. A la entrada, así encontramos a las jóvenes prostitutas, de apariencia adolescente, reposando sobre desechas camas. Sentadas en colchones compartidos, como el que nada espera, sin que nada importe mientras todos pululan de un lado a otro en el local que es el lugar de negocios de otros. Obligadas a convivir con quienes desconocen no es lugar apto para formar familias.

Entrar en los prostíbulos para cumplir órdenes judiciales siempre deja la misma sensación desoladora. Aun siendo distintos los locales la impresión que impregna es que este es único y que se trata siempre del mismo. No difieren los contextos de un lugar a otro, como si fueran ellos los que se desplazan y no las fuerzas policiales encargadas de la represión de la trata de seres humanos. El tráfico ilícito de personas lleva aparejado reiteradamente otro tipo de delitos.

Estos locales habilitados especialmente para el ejercicio de la prostitución se han venido multiplicando exponencialmente en nuestras ciudades. Poco importa a la clientela que la puerta de acceso a ellos estén a pie de calle, bajo la atenta mirada de todos. Su clientela asume que la entrada a los mismos tiene el mismo valor y efecto que el ingreso a cualquier otro tipo de negocio, y cuyo fin es la adquisición de un tipo concreto de mercancía. Pero claramente no es lo mismo ni puede pretenderse que así sea.

Son regentados por sujetos que nunca se encuentran en el mismo, para ello cuentan con “encargadas”, a veces de edad muy similar a las que realmente sostienen el negocio. De forma férrea transmiten a sus pupilas las órdenes recibidas ejerciendo al tiempo de vigilantes para el cumplimiento de normas no pactadas, que ya de por sí implican necesariamente una explotación que no resiste los mínimos preceptos sobre las leyes reguladoras del trabajo y salud laboral.

Estos locales albergan todo tipo de mujeres (muchas menores) dedicadas a la prostitución y sometidas a estrecha vigilancia, a través de las cámaras que se distribuyen en las distintas dependencias, donde se hacinan en cualquier rincón literas que son utilizadas para el descanso por las jóvenes ejercientes, a fin de preservar las habitaciones en las que se consume el tráfico sexual.

Los locales se dedican a la actividad las 24 horas del día sin interrupción. Son tan rentables como una planta robotizada de fabricación automovilística. Además del acceso carnal los clientes también pueden consumir sustancias estupefacientes, cocaína o tutsi (cocaína rosa) a los que se tildan como chuches e incluso solicitar pastillas de Viagra a altos precios (80 euros), para que de nada falte, sobre cuyo sobreprecio los clientes normalmente se quejan. También se sirven bebidas alcohólicas de alta graduación.

El trasiego por los locales es continuo, se prestan servicios a una selecta clientela masculina que supera los 400 servicios sexuales mensuales. Las jóvenes que realizan los servicios no pueden rechazar a ningún cliente, y estar dispuestas a prestar cualquier tipo consumo que se les pida. No pueden negarse a realizar el acto sin preservativo, ni tampoco sentirse indispuestas por cualquier tipo de enfermedad o causa, siendo que en los periodos en que se encuentran con la menstruación son obligadas a prestar sus servicios introduciéndose en la vagina tapones o algodones.

Para los encuentros sexuales cuentan con tres o cuatro habitaciones preparadas para ello, y si estas están ocupadas, a los clientes se les atiende en otras dependencias, como los baños o cocina. En el caso de que los encuentros sexuales tengan carácter grupal (manadas), todas las chicas que acuden al encuentro son introducidas en la misma habitación con los clientes. El local sirve tanto para la realización de los encuentros sexuales como dispensatorio de sustancias estupefacientes.

Los clientes pueden abonar el servicio tanto en efectivo, como a través de tarjeta bancaria o mediante Bizum (el caso es siempre facilitar el pago). Se acepta cualquier sistema de pago excepto el fraccionado o aplazado. Tampoco se otorgan servicios a crédito. Cada una de las jóvenes que ejercen pueden producir unos beneficios mensuales superior a los 8000 euros. Los vecinos de la zona aseguran que el trasiego en los locales es continuo, especialmente personal masculino, y es notorio que en los mismos se ejerce la prostitución.

En esta materia, como en tantas otras, también existen clases, pero la esencia es la misma, no puede tildarse de trabajo digno quién se ve sometida a ofrecerse como mercancía, o como mero instrumento, de la diversión de otros.

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