Paz Torres: la vida en un clic

4 de mayo de 2024
6 minutos de lectura
:Paz Torres: Fuente: Paz Torres
:Paz Torres: Fuente: Paz Torres

La fotografía que captura el tiempo en las formas

La montillana Paz Torres Pino es una creadora total. Como es común en muchos creadores, tiene una dilatada carrera profesional en el mundo de la comunicación y la publicidad, donde vierte ese torrente limpio y cristalino de su indómita mirada. De especial interés son sus trabajos para la industria y la cultura del vino.

Amante de la música, la poesía y la fotografía, sus trabajos audiovisuales reúnen todas estas facetas en una obra perfectamente integrada, guiada por una rara intuición, esa capacidad de conectar y resonar frente a la realidad que se le presenta, por usar el acertado símil con el que Vicente Aleixandre definiera el genio poético y vital de Federico García Lorca: “Yo le he visto en las noches más altas, de pronto, asomado a unas barandas misteriosas, cuando la luna correspondía con él y le plateaba el rostro; y he sentido que sus brazos se apoyaban en el aire, pero que sus pies se hundían en el tiempo, en los siglos”.

Dicen que los primeros recuerdos de la vida se tienen de los 3 o cuatro años. ¿Cuál es la primera imagen o escena que conservas de niña?

– Despertarme de madrugada y lanzarme a una era para andar descalza entre trigales, ya secos, pero llenos de fruto. Así tuve mi primera experiencia de libertad plena. Fíjate, en la soledad del campo, me sentí libre. ¿No es posible que la libertad y la soledad caminan juntas?

¿Qué es lo primero que recuerdas haber hecho por amor al arte?

Abrazar a mi padre. El arte es emoción y belleza.

¿Qué hay más emocionante y bello que el abrazo de tu padre? ¿Cuándo hiciste la primera fotografía con intención?

– Nunca he hecho fotos con intención, sino con atención. No busco el para qué ni el porqué de lo que retrato. Me sorprende la vida, el discurrir de los procesos, y me conecto con ello. Intento que la eternidad del flujo se condense en un único instante misterioso

– ¿Por qué, para qué o para quién creas?

– En mi proceso creativo, no entra lo racional, todo es instintivo, porque no pretendo modificar el mundo que me rodea, sino que me fascinan imágenes que trato de guardar en mi alma. Mi cámara es como el pasaporte para llevar una telaraña o una gota de agua a lo más profundo de mi espíritu y, ahí, adquieren todo su color y luminosidad. Por eso no creo en un por qué ni para qué o quién. Es una necesidad vital Para mí.

– ¿Qué artistas han marcado tu vida?

– Charles Bukowsky y su eterna borrachera de lucidez. Hermann Hess y su soledad infinita en busca de su lugar en el mundo. La melancolía de Antonia Machado ante el inexorable destino contra el que no sabe o no puede luchar. Las lágrimas de dolor y amor de Frida Kahlo. Ami Vitale y su afán de descubrirnos a los auténticos héroes de la Naturaleza. Matthieu Paley, que cimentó su hogar en los confines más alejados y desconocidos. Maggie Steber, fotógrafa de lo más mezquino del ser humano y, aun así, hacerlo con belleza.

¿Te dejas llevar por alguna inspiración especial?

– Me dejo llevar sólo por el sentimiento. No busco fotografiar; encuentro imágenes que me reclaman, generalmente sencillas, sutiles, delicadas y, aparentemente, frágiles, que nos rodean en el día a día y nadie las hace conscientes. Las capto como expresión de lo tenue que es la vida y, de alguna manera, reflejan mi sentir y mi manera de estar en el mundo.

¿Qué ha sido y es para ti la fotografía: ¿un camino para conocerte a ti misma, un vehículo para conocer el mundo, o una herramienta para transformarte a ti y transformar el mundo?

– Para transformar el mundo antes hay que conocerlo. A lo largo de la historia, muchos personajes brillantes lo han querido cambiar y ha terminado en un baño de sangre, porque intentan cambiarlo sin conocer la enorme diversidad del ser humano. Demasiadas veces no pretenden mejorarlo sino adaptarlo a sí mismos. Si no es posible cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo, esa es la auténtica revolución. Mi arte intenta reflejar ese camino cambiante, lleno de dudas y sorpresas, que es el conocimiento de mi yo más profundo. Imágenes que son alegoría de un espíritu indómito e inconformista.

¿Sigues algún proceso programado desde la concepción hasta la impresión de tus fotografías o es algo espontáneo o impulsivo?

– Es impulsivo. No busco… encuentro. Mis fotos nunca son retocadas. Expongo lo que han percibido mis ojos en un momento y en una circunstancia concreta. Si las retocara, lo viviría como una perversión de lo que sentí en el momento mágico del clic.

En tus fotografías percibo una atención especial a dos motivos: las formas y el tiempo; o quizás es un solo, la huella que deja el flujo rítmico de la vida. En cierto sentido tus fotos me llevan a la obsesión por explicar las formas naturales de Göethe, o a ese esfuerzo de Antonio López, el pintor hiperrealista, por capturar en un instante la esencia de algo vivo, que retrató Víctor Erice en El Sol del Membrillo.

– Buena pareja la que formaron Antonio López y Víctor Erice en esa película. ¿O no es una película? Lo que ambos consiguieron es algo inclasificable, como lo es el proceso creativo de cada artista, que es único para cada uno de ellos. Eternizar una imagen es jugar a la vez con el tiempo y el espacio.

En mi fotografía, más que a la vida, canto al flujo transformador, siendo la muerte inseparable compañera de la energía invisible que mueve al Universo y la única certeza con la que contamos.

– ¿Te gusta la música? ¿Hay para ti alguna conexión entre la música y la imagen, aparte de su fusión en el video?

– Captamos la belleza a través de los cinco órganos de los sentidos, para disfrutarla, y a través de nuestra propia esencia, para emocionarnos. La música eleva el espíritu y complementa nuestra experiencia. Prueba a ver Cinema Paradiso sin música, encontrarás belleza, pero no te emocionarás tanto como con ella. Si fuera posible, y no lo descarto para un futuro, me gustaría exponer mis fotos con música, sabores, olores y que fueran táctiles. Unir todos los sentidos físicos para conseguir una experiencia sublime de sensibilidad.

¿Te gustaría decir algo sobre la cuestión del género en el mundo de la creación y en particular de la fotografía y el vídeo artísticos? Por ser mujer, ¿hay diferencias en la mirada, en la realidad que te llama la atención, en la actitud del público que mira tus obras?

– Ser mujer no sólo es una cuestión biológica sino una predisposición a percibir y sentir de manera diferente, que no mejor o peor. La búsqueda de un equilibrio en el caos, la sensibilidad por lo pequeño, lo terrenal, la permanencia. Una apuesta por construir espacios en los que todos estemos a gusto. Abrazar lo colectivo. Crear vida es crear amor y, éste, debiera ser el motor que impulse a la sociedad a ser más decente. Claro que nuestra mirada es diferente porque hemos aprendido, y sentido, lo que es mirar la cara de un bebé, el inicio de todo, y también hemos sabido llorar la muerte cuando ha correspondido.

¿Qué piensas de la Inteligencia artificial? ¿Crees que puede ser de ayuda o puede acabar con el trabajo de los artistas y creativos? ¿Qué harías al respecto? ¿Crees que debería evitarse o limitarse su uso en el mundo de la creación artística?

– El arte requiere no sólo de la sensibilidad del artista, sino de las herramientas necesarias para expresarla. La inteligencia artificial ha llegado para quedarse y para ser un nuevo instrumento que consiga que más personas sean capaces de expresar lo que llevan dentro. Negarse al cambio, aferrarse a lo conocido, no ha sido la manera de descubrir nuevas fuentes de conocimiento. Hay que dejar fluir nuestra emotividad usando lo que mejor se adapte a nuestras necesidades, sean cámaras, pinceles o programas.

Tú tienes una vida profesional al margen. No vives de tus fotografías. ¿Te hace esto más libre? ¿Se puede vivir del arte? ¿Te gustaría vivir del arte?

– Pocos artistas viven de sus obras. Hay una conciencia colectiva de que el arte sirve para decorar, divertirse o pasar un buen rato. No se considera algo imprescindible porque no se necesita para sobrevivir. Invertimos cantidades ingentes de horas de trabajo para tener un coche, un piso en la playa o buenas ropas. Sin belleza se puede sobrevivir, pero no vivir.

La libertad no reside en el éxito económico de tu obra. La libertad la forjas día a día diciendo no a lo que tienes que decir que no. Tú, como artista, solo puedes exponer a los demás lo que sientes y el receptor decide si lo quiere comprar o no. Vender una obra no es vender tu alma. Sólo cuando creas algo en lo que no crees, para poderlo vender, te conviertes en esclavo del mercado.

En mi caso, la fotografía nace de una necesidad inmaterial de plasmar lo que siento. Cuando trabajo, nunca pienso en vender lo que estoy haciendo, sino en comunicar lo que soy. Pero si ese momento fugaz y mágico consigue emocionar a alguien y lo compra, bienvenido sea.

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