Hoy: 22 de noviembre de 2024
Un estudio encargado de medir los patrones de sueño de los estudiantes de la Universidad de Washington (Estados Unidos) ha arrojado resultados sorprendentes sobre nuestros hábitos de descanso. Gracias a él, los científicos han podido concluir que salir al aire libre durante el día, incluso aun estando nublado, es determinante para poder dormir bien por las noches.
El artículo, publicado en la revista científica Journal of Pineal Research, revela que los estudiantes se duermen más tarde por la noche y se despiertan más tarde por la mañana. Esto suele pasar en invierno, cuando las horas de luz son limitadas y el cielo suele estar más nublado. Sin embargo, el equipo responsable del estudio cree que existe una explicación para esto relacionada con las horas de luz solar que reciben los estudiantes durante el día.
Algunas investigaciones anteriores ya sugerían que no recibir suficiente luz durante el día provoca problemas por la noche, cuando llega la hora de acostarse, por lo que este estudio ha podido demostrar esas hipótesis.
“Nuestros cuerpos tienen un reloj circadiano natural que nos dice cuándo ir a dormir por la noche. Si no recibimos suficiente exposición a la luz durante el día, cuando el sol está fuera, eso ‘retrasa’ nuestro reloj y retrasa el inicio del sueño por la noche”, ha declarado el autor principal del trabajo, Horacio de la Iglesia.
En el caso de los estudiantes que participaron en el estudio, los datos del sueño indicaban que sus ciclos circadianos se retrasaban hasta 40 minutos en invierno en comparación con el verano.
“La luz durante el día, especialmente por la mañana, adelanta el reloj, por lo que nos cansamos antes por la tarde, pero la exposición a la luz a última hora del día o a primera hora de la noche retrasa el reloj, retrasando la hora a la que nos sentimos cansados. En última instancia, la hora a la que te quedas dormido es el resultado del tira y afloja entre estos efectos opuestos de la exposición a la luz en diferentes momentos del día”, ha reflexionado De la Iglesia.
Los resultados mostraron que la exposición a la luz diurna tenía un mayor impacto que la exposición a la luz nocturna. Cada hora de luz diurna ‘adelantaba’ 30 minutos las fases circadianas de los estudiantes.
Incluso la exposición a la luz exterior en los días nublados tuvo este efecto, ya que esa luz sigue siendo significativamente más brillante que la iluminación artificial interior, según De la Iglesia.
También cabe recalcar que la exposición a luz nocturna, como la procedente de lámparas y pantallas de ordenador, puede retrasar las fases circadianas una media de 15 minutos.
Por tanto, el estudio ofrece lecciones no solo para los estudiantes universitarios. “Muchos de nosotros vivimos en ciudades y pueblos con mucha luz artificial y estilos de vida que nos mantienen encerrados durante el día. Lo que este estudio demuestra es que necesitamos salir, aunque sea un rato y especialmente por la mañana, para conseguir esa exposición a la luz natural. Por la noche, minimizar el tiempo de pantalla y la iluminación artificial para ayudarnos a conciliar el sueño”, ha recalcado De la Iglesia.