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Netanyahu toma posesión del gobierno israelí con una coalición de derechas ultraortodoxa

Benjamin Netanyahu en la toma de posesión del gobierno. Israel 29 de diciembre | Fuente: Getty Images

Benjamin Netanyahu en la toma de posesión del gobierno. Israel 29 de diciembre | Fuente: Getty Images

El país se enfrenta al Gobierno con la mano más dura hasta la fecha

Tras cinco elecciones que han paralizado durante cuatro años la política israelí, este jueves Benjamín Netanyahu ha tomado posesión del Gobierno, por sexta vez, junto a una coalición religiosa de extrema derecha que promete proporcionar estabilidad política al país. La agenda de la nueva administración, que promete gobernar férreamente, tiene tres prioridades principales: detener el programa nuclear de Irán, desarrollar la infraestructura estatal y restaurar la seguridad interna y la gobernanza en Israel.

Asimismo, en cumplimiento con los acuerdos de coalición firmados entre el Likud —partido de derechas del que forma parte Netanyahu— y cada uno de sus cinco partidos aliados, así como los principios rectores publicados por el Gobierno. El Ejecutivo entrante dará prioridad a una reforma judicial integral, golpeando plenamente el equilibrio entre los poderes políticos y judiciales, así como la expansión de los asentamientos y la posible anexión de Cisjordania y propagando aún más la control centralizado ultraortodoxo sobre los servicios estatales judíos.

Para mantener contentos a los socios de la coalición que le ha elevado al poder, Netanyahu ha tenido que hacer una amplísima reforma ministerial para dar cabida a todos los partidos que le han apoyado. Llegando incluso ha dividir ministerios en dos, y hacer alguno de ellos rotativo. Además ha modificado la ley ya que alguno de los ministrables tenia antecedentes penales que le impedían acceder a ser ministro, para que finalmente pueda ejercer el cargo de alguna cartera. Solo cinco de los 31 ministros son mujeres.

Descontento

Horas antes del juramento del primer ministro Netanyahu, centenares de personas se reunieron en frente del Knéset —Gran Asamblea de Israel— con pancartas en contra del Ejecutivo entrante, coreando eslóganes contra el racismo y la corrupción (en referencia al juicio contra Netanyahu por estos cargos), prometiendo “acabar con la oscuridad”.

Es más, en la toma de posesión, el predecesor de Netanyahu, Yair Lapid, afirmó en su discurso de entrega del poder que “entregamos un país en condiciones excelentes, con una economía fuerte, unas capacidades de seguridad mejoradas y una poderosa disuasión. Intenten no arruinarlo. Volveremos pronto”, ha sostenido, abandonando el pleno sin despedirse darle la mano.

Además, las concesiones a los partidos minoritarios con los que se ha formado coalición ha llevado al descontento de varios miembros del Likud así como de los aliados de Israel en vista de las duras políticas que marginarán al colectivo LGTBI y a Palestina. Desde la Administración de Biden han hecho saber su descontento con estos políticos más extremos en el nuevo Gobierno. Sin embargo afirman que juzgarán las políticas y no las personalidades, aunque las primeras indicaciones no son un buen augurio.

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