Antonio de Guevara es el magnífico autor de esta obra con cuyo título encabezo hoy el Candil. Y lo hago pensando en que pocas veces ha sido tan actuales y precisos los consejos que el autor nos deja referidos en su ensayo: relativizar los avatares de corte que perjudican nuestra vida cotidiana y buscar, si se puede, un campesino vivir en los que atender los balanceos de las espigas antes de que junio corte sus tallos.
Se ve que el deseo de paz interior estaba ya en el ambiente porque fray Luis de León, que nació unos años después que Antonio de Guevara, nos legó un poema revestido de hastío y desdén: “Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido, y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”.
Como también el Gobierno se ha metido en regularizar los campos, legalizando las condiciones en que tienen las gallinas que poner los huevos y cómo deben posicionarse las ubres de las vacas para que no sufran dando leche, que es lo suyo… con toda esta normativa el retiro a la soledad rural también se está complicando: Han extendido la Corte a las aldeas y cada vez tenemos menos sitio para la alabanza y más, mucho más para el desprecio.
pedrouve