Hoy: 23 de noviembre de 2024
La falta de compañía es una enfermedad silenciosa. Quizás no dañe directamente al cuerpo ni deje secuelas visibles, pero a menudo trae consigo afecciones mucho más peligrosas. Por otra parte, pocos sectores de la población llegan a ser tan solitarios como la vida en el campo, un entorno olvidado que cada vez importa menos a la sociedad.
Normalmente se asocia la soledad con dolencias relacionadas con la salud mental, pero también puede influir negativamente sobre las enfermedades cardiovasculares. Un estudio publicado por la revista Clinical Nursing Research revela la influencia de la soledad y el aislamiento social sobre el riesgo cardiometabólico en el mundo rural.
La investigación la ha llevado a cabo Sara del Olmo Romero, estudiante del Programa de Doctorado Medicina Clínica y Salud Pública de la Universidad de Granada, a quien han dirigido las doctoras María Correa Rodríguez y Blanca Mª Rueda Medina, del Departamento de Enfermería de la UGR.
El síndrome metabólico se determina por la presencia un conjunto de factores de riesgo cardiovascular, como la obesidad abdominal, la resistencia a la insulina, la hipertensión, la alteración del metabolismo de la glucosa y la dislipemia.
Sus síntomas suelen relacionarse con un desequilibrio entra la ingesta calórica y el gasto energético: al consumir más de lo que gastamos, el cuerpo recibe un exceso de energía que afecta negativamente a su funcionamiento. No obstante, también influyen factores como la composición genética del individuo, la vida sedentaria y los elementos ambientales.
La investigación analizó el aislamiento y el apoyo social en más de 300 adultos del centro de salud de Nerpio, un pequeño municipio de Albacete. Los resultados han demostrado que las personas con síndrome metabólico también presentan una falta severa de relaciones interpersonales.
Una de las conclusiones es que casi la mitad de los participantes cumplían criterios de síndrome metabólico (SM), lo que confirma su alta prevalencia en esta población rural. Esta afección ha aumentado en los últimos años y ya se sitúa en torno al 25% a nivel mundial, por lo actualmente está considerado como uno de los principales problemas de salud pública. Hasta ahora se conocía su mayor presencia en los entornos rurales, pero ningún estudio lo había relacionado con el aislamiento habitual en estas zonas.
La investigación sobre la salud en poblaciones rurales es bastante escasa, más aún si se realiza por profesionales de la Atención Primaria. Por ello, este estudio fue reconocido con el primer premio a los trabajos presentados en la IV jornada Internacional con motivo del Día Internacional de la Enfermera, celebrada en Granada en mayo de 2023.
Decía Aristóteles que el ser humano “es un ser social por naturaleza”. Como los leones o las abejas, nos hemos organizado en grupos gregarios porque así lo indica la propia condición humana. Sin embargo, en una sociedad de consumo donde el individuo se alza y las relaciones se banalizan, es cada vez más habitual que olvidemos mantener la cercanía con otras personas.
La soledad y el aislamiento social están aumentando significativamente en las últimas décadas, hasta el punto de que muchos expertos la consideren como “la principal epidemia de la sociedad moderna”.
Asimismo, existe un gran consenso científico sobre la relación entre un menor soporte social y los factores de mortalidad, si bien no los asociamos tanto como el tabaquismo o la falta de ejercicio físico. A pesar de ello, las relaciones personales son fundamentales para la salud del individuo, y su ausencia afecta desde la recuperación postoperatoria hasta el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas.
Por otra parte, es difícil pensar en ambientes más aislados que el mundo rural. La despoblación y la centralización de los entornos productivos han modificado por completo la manera de relacionarse en este mundo. Cada vez son peores las condiciones para quienes trabajan la tierra y cuidan el ganado, como atestiguan las manifestaciones de las últimas jornadas. En este contexto, no es de extrañar que haya menos personas viviendo en estas zonas, abandonadas por una sociedad que ya no les considera esenciales.