¿Alguien duda a estas alturas de que este país no es pura opereta? Repasar todo lo que sucede en la política española nos lleva a esa conclusión si sabemos que la definición nos recuerda que se trata de “un tipo de ópera musical animado cuya característica fundamental consiste en contar con una trama inverosímil y disparatada”.
Esa trama ‘inverosímil y disparatada’ en clave política es la que está escribiendo el presidente en funciones Pedro Sánchez por su enfermiza obsesión con el poder.
Si no, ¿cómo se entiende que en la fiesta nacional española no estén presentes ninguno de los dirigentes políticos que van a decidir quién gobierna este país otros cuatro años más? O ¿cómo se entiende que los quieren trocear España decidan su futuro?
Ya lo hicieron en la anterior legislatura y ahora, con un triple salto mortal nunca visto hasta ahora en el escenario de la estulticia, lo harán de nuevo a cambio de pisotear la unidad española y el poder judicial y de destrozar principios como el de igualdad y solidaridad territorial creando territorios de primera y de segunda con ciudadanos que no tendrán los mismos derechos ni oportunidades.
Pues así es. Hemos celebrado la fiesta nacional española, que es la efeméride con la que festejamos todos los momentos de gloria a lo largo de la historia española, que es mucho más que la fiesta de la Hispanidad, que también, porque nadie nos puede quitar que hayamos descubierto América, pero no es la única bandera que enarbolamos el 12 de octubre, y que yo sepa, momentos para sentirse orgullosos hay muchos durante siglos.
Y en la fiesta no están ni los separatistas vascos y catalanes ni alguna ministra del ala podemita que, ‘sí o sí’, estaba de ‘viaje oficial’.
Y no están porque les importa un bledo España y su historia, como les importan un carajo las instituciones españolas. Y sí, esos son en los que se apoyará Pedro Sánchez ‘el mentiroso’ -perdón Luis del Val por usar tu expresión otra vez- para mantenerse en el poder.
Por cierto, que al presidente en funciones le han abucheado y mucho en un acto en el que el público también se acordó de Puigdemont, desde ahora el nuevo mejor amigo del mentiroso.
Personalmente no lo apoyo. Aunque legítimas, creo que estas sonoras protestas no son apropiadas en un acto como el que tenía lugar en la capital española en presencia de los Reyes y la princesa Leonor. Y menos aún gritar consignas como el ‘que te vote Txapote’, en alusión al ‘buen rollito ‘ de Sánchez con Bildu, organización que todavía no ha perdido perdón por los crímenes de ETA.
Días atrás en el PSOE y en el propio Gobierno acusaban al PP de Feijóo de alentar la bronca callejera con los pitidos al presidente. Conviene recordar que se repiten desde hace años y que incluso en 2015 el destinatario fue Mariano Rajoy, presidente por el PP.
En lugar de condenar la algarabía contra su líder, en el Gobierno y en el PSOE harían bien en preguntarse por qué se comporta la gente así y qué razones habrá para el malestar callejero. Ya lo adelanto yo: por la prima de riesgo no es. Ni quiera por la subida de las hipotecas, que ya podría, pero no, tampoco.
Lo que sucede es que siempre se aprovechaba este y otros actos públicos para exteriorizar el malestar con las políticas y la gestión del Gobierno, casi siempre por asuntos económicos, pero a Sánchez le abuchean el 12 de octubre por organizar una trama ‘disparatada’, aunque por desgracia ‘verosímil’, sobre el futuro de la Constitución española y de la integridad nacional.
Quiere poner la zorra a guardar las gallinas. Si el corral es España ya podemos imaginar el resto del elenco en la opereta.
Menos mal que siempre nos quedará de este día la sonrisa enamorada de la princesa al saludar a ‘su’ cadete en la recepción del Palacio Real, y la complicidad de los Reyes que, al percatarse del detalle, la miraron como padres que ven a su hija en ‘su primera vez’. ¡Que sí, que sí, que a Leonor le gusta un chico de la Academia!