José María Giménez, figura del Atlético de Madrid, decidió contar un lado de su historia que casi nadie conocía. Detrás de su presencia firme en el campo, el defensor arrastraba un “daño físico y mental” que nació en el Mundial de Clubes. No era solo una lesión o un problema pasajero. Era un desgaste profundo que afectó a su cuerpo y también a su bienestar emocional.
Al volver a España, vivió una situación familiar complicada que lo obligó a viajar de inmediato a Uruguay. Ese cambio repentino, junto con su deseo de reincorporarse cuanto antes, lo llevó a acelerar un proceso de recuperación que necesitaba calma. Él mismo reconoció que la ansiedad le jugó una mala pasada y que terminó recayendo. Fue un golpe duro, quizás uno de los más exigentes de su carrera.
Sin embargo, Giménez es un jugador que siempre busca levantarse. Apostó por la constancia, el trabajo diario y la disciplina. Ese esfuerzo dio frutos. Recuperó su sitio en el equipo y mostró una versión más segura de sí mismo. Desde su regreso, el Atlético encadenó siete victorias y solo una derrota. La defensa volvió a sentirse sólida. El grupo recuperó la confianza. Y él volvió a disfrutar del fútbol. Cada partido se convirtió en una señal de que había superado una etapa difícil.
El momento que selló su regreso llegó en la Champions League, en un duelo vibrante en el que el Atlético necesitaba algo más que orden defensivo: necesitaba un líder. Y ese líder apareció en el aire. En los minutos finales, Giménez se elevó por encima de todos para firmar un gol decisivo de cabeza. La imagen de su salto dio la vuelta al mundo.
Él mismo explicó que no fue un impulso improvisado. Había leído la jugada, había pedido el centro y había puesto en práctica una de sus mayores virtudes: la potencia aérea. Ese salto, más que una celebración, fue una liberación. Fue el símbolo de todo lo que había dejado atrás: el dolor, la ansiedad, la preocupación personal y el miedo a no volver al mismo nivel, según El Observador.
Cuando cayó al suelo y vio el balón dentro de la red, sintió que algo dentro de él también caía y se acomodaba. Era un mensaje para su equipo, para su familia y para sí mismo: estaba de vuelta.
Aquel gol no solo cambió el rumbo del partido, sino que marcó el inicio de un nuevo capítulo en su temporada. Un capítulo escrito con resiliencia, trabajo y un salto que ya forma parte de su propia historia.