El cáncer de próstata es una realidad que afecta a millones de hombres en el mundo. Aunque esta pequeña glándula, ubicada justo debajo de la vejiga, pase casi desapercibida en la vida diaria, su función es esencial: producir parte del líquido seminal que protege y transporta a los espermatozoides. El problema aparece cuando sus células comienzan a crecer de manera anormal, generalmente sin causar síntomas en los primeros estadios. Esta silenciosa evolución hace que la prevención y la detección temprana sean elementos clave para proteger la salud masculina.
A pesar de los avances y de la atención creciente de la comunidad científica, aún no existe un método infalible que garantice evitar el cáncer de próstata. Lo que sí está claro es que conocer los factores de riesgo y adoptar hábitos saludables puede marcar una diferencia importante, no solo en la aparición de la enfermedad, sino en su evolución.
La respuesta corta es no. No existe una forma 100% efectiva de evitar este tipo de cáncer. Hay factores que simplemente no pueden modificarse, como la edad, el riesgo aumenta especialmente después de los 50 años, o la genética. Los hombres con familiares directos que han tenido cáncer de próstata también tienen más probabilidades de desarrollarlo.
Además, la ubicación de la glándula hace imposible realizar un autoexamen, lo que contribuye a que los tumores pasen desapercibidos. En las primeras fases, la mayoría de los casos no presentan síntomas. Solo cuando el tumor crece y comienza a presionar la uretra pueden aparecer señales como dificultad para orinar, flujo débil, dolor al orinar o al eyacular, o presencia de sangre en la orina o el semen. Por eso, ante cualquier cambio, la consulta médica no debe retrasarse, según el Diario Las Américas.
A nivel global, las cifras van en aumento. Expertos internacionales advierten que los casos podrían duplicarse para 2040, especialmente en países con menos recursos, donde el diagnóstico suele llegar tarde. Esta tendencia refuerza la necesidad de mejorar los sistemas de detección precoz y de promover la educación sanitaria.
Aunque no se puede evitar completamente, sí es posible reducir algunos factores de riesgo con hábitos de vida saludables. Mantener un peso adecuado es una pieza clave: diversos estudios han encontrado que los hombres con obesidad tienen más probabilidades de desarrollar cáncer de próstata agresivo.
La alimentación también juega un papel importante. Se recomienda priorizar alimentos frescos, ricos en nutrientes, y reducir el consumo de carnes procesadas, productos altos en azúcar, bebidas alcohólicas y alimentos ultraprocesados. Algunos trabajos científicos apuntan incluso a que un exceso de lácteos y calcio podría aumentar el riesgo, aunque aún se investiga.
La actividad física regular es otro de los pilares para el bienestar general. Moverse entre 150 y 300 minutos por semana ayuda a mantener el peso, mejorar la función metabólica y regular procesos inflamatorios del organismo.
Finalmente, la detección precoz sigue siendo el elemento más poderoso. Consultar periódicamente al médico, especialmente a partir de los 50 años o antes si existe antecedentes familiares, permite identificar cambios tempranos y actuar a tiempo.