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5 de mayo de 2025
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Imagen de Jesucristo generada con IA. / Fuente: Freepik.
ISABEL VIDAL DE TENREIRO

¡Cuántas veces nos desgastamos pescando por nosotros mismos en el mar de nuestras actividades y preocupaciones diarias, sin escuchar al Señor y sin aprovechar su voz que nos guía!

Jesús resucitado sorprendió varias veces a sus Apóstoles y discípulos, apareciéndose de las maneras más inesperadas. La tercera, fue en la playa del Lago de Tiberíades (Jn. 21, 1-19). Estaban siete de ellos en una barca, regresando de una noche de no haber pescado nada. Y, al amanecer, “alguien” les dijo desde la orilla: “Muchachos, ¿han pescado algo?… Echen las redes a la derecha de la barca y encontrarán peces”.

No lo reconocen. ¡Cuántas veces nos habla el Señor a nosotros desde la orilla y no le reconocemos! Sin embargo, ellos hicieron caso. ¿Y nosotros? ¡Cómo despreciamos las instrucciones del mismo Dios! Y -peor aún- cuántas veces nos damos el lujo de decirle que no o le ponemos dificultades.

¡Cuántas veces nos desgastamos pescando por nosotros mismos en el mar de nuestras actividades y preocupaciones diarias, sin escuchar al Señor y sin aprovechar su voz que nos guía! ¡Cómo se nos olvida que debemos buscar primero el Reino de Dios y que todo lo demás se nos dará “por añadidura” (Lc. 12, 31). ¡Todo lo demás se nos dará como bonificación extra!

No siempre Dios interviene de formas milagrosas, como esa pesca de los Apóstoles. Pero Dios siempre está presente y si nos fijamos bien, nos suceden una serie de “coincidencias”, que son como pequeños milagros y i no prestamos atención no nos damos cuenta de que es Dios actuando, pués todo lo demás nos abruma de tal manera, que no podemos ver las manifestaciones de Dios en nuestra vida.

Juan, el más joven, el discípulo amado, se da cuenta de quién es el hombre en la playa: “¡Es el Señor!”. Y San Pedro, el impetuoso, le pareció que para ver de nuevo a Jesús Resucitado era demasiado largo el tiempo que tomaba llevar la barca a la orilla… y saltó al agua.

¿Le damos larga a nuestros encuentros con Dios, porque tenemos cosas más importantes que hacer? ¿Nos apuramos y saltamos rápidamente, para encontrarnos con El Señor en la oración, en la Comunión, en la Confesión?

*Por su interés reproducimos este artículo de Isabel Vidal De Tenreiro, publicado en El Impulso.

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