Hoy: 27 de noviembre de 2024
Con 22 años me sugirieron dos meses en Málaga para aprender algo más de lo que sería mi oficio. Llegué sintiéndome ya poeta, con más pájaros en la cabeza que papeles escritos. De entonces, nada conservo, apenas una frase que me vino entre sueños: “Sólo creo en lo que me conmueve”.
A través de influencias conseguí que me recibiera don Alfonso Canales, ya poeta consagrado del que algo había leído de sus Sonetos para pocos, y permitiera que estuviese de oyente en algunas de las tertulias en su salón, llena de libros y de amigos.
-Don Alfonso, yo quiero ser poeta de los buenos, recomiéndeme un libro indispensable.
-Hijos de la Ira, de Dámaso Alonso, me aconsejó sin pestañear… años más tarde, una madrileña deliciosa me presentó a Dámaso Alonso en la última esquina doblada de su vida y yo llevaba el libro de “sus iras” en la mano para que me lo dedicara: apenas si se acordaba ya de cómo se escriben las palabras. Llorado sigue el azul de su dedicatoria en mis estanterías.
Libertad sin ira, eso es también lo que queremos ahora.
Leímos a Dámaso Alonso por obligación escolar, y luego volvimos a su obra por necesidad, conmovedora e intima (Madrid sigue teniendo un millón de cadaveres) . Este poeta buscando siempre lo que nos transciende.
Gracias amigo
Lo mejor, y casi lo único, de la poesía es su trascendencia
Un abrazo
Como ser humano siempre he tenido la necesidad de elegír el camino más adecuado a mis circunstancias, siempre al margen de las circunstancias preestablecidas ya fueran de índole religioso o ética, porque mi meta no era otra que ¡ LA VERDAD!, aun siendo consciente que quedarían en mi tanto un profunda angustia, tristeza y terrible vacío el resto de mi existencia. La ira es una emoción desagradable, pero también es una emoción normal y saludable desde mi punto de vista. Si la ira la sabes controlar no es ningún problema, únicamente se convierte en problema sino sabes controlarla.