La edad media de detección es de 24 años. La presencia o no de síntomas depende de la edad del paciente, su agudeza visual, el tipo y la graduación del astigmatismo. A menudo, los pacientes no son conscientes de este defecto ocular hasta que se someten a un examen visual.
El astigmatismo es un problema de refracción. Ocurre cuando la luz que entra en el ojo se enfoca en más de un punto de la retina, en lugar de uno solo. Esto provoca visión borrosa o distorsionada, tanto de objetos cercanos como lejanos. También es habitual la dificultad para percibir detalles a cualquier distancia.
Según explica la doctora Clara Martín, oftalmóloga de Clínica Baviera, cuando el astigmatismo se asocia a la hipermetropía, pueden aparecer otros síntomas: fatiga visual, escozor, picor, sensación de arenilla, enrojecimiento, mareos, dolor de cabeza y molestias al alternar entre visión cercana y lejana. Estos efectos son consecuencia del esfuerzo constante que hacen los ojos para enfocar.
Explica la oftalmóloga:
«Es muy habitual que las personas presenten ligeras irregularidades en la córnea y que su ojo no sea una esfera perfecta, lo que se traduce en astigmatismos bajos. Cuando el defecto es más acusado, el número de dioptrías aumenta, ocasionando grado de astigmatismo mayor y, por tanto, una visión más borrosa, haciendo patente que se padece este defecto visual»
En casos leves, puede pasar desapercibido. Es frecuente que el paciente tenga otro defecto visual más acusado, aunque no lo note directamente. Además, la visión borrosa suele acentuarse de noche o en condiciones de baja luminosidad. Esto se debe a la dilatación de la pupila y a la mayor sensibilidad a la luz.
También es común ver halos o destellos alrededor de las luces, lo que puede dificultar la conducción nocturna y generar fatiga visual, según informa Europa Press.
Un examen oftalmológico estándar, que incluya pruebas de refracción, permite identificarlo de forma sencilla y fiable. En esa misma consulta se determina su causa, el número de dioptrías y si existen otros problemas visuales asociados.
El tratamiento busca corregir la refracción defectuosa de la luz. Puede hacerse mediante gafas o lentes de contacto tóricas, con la graduación correspondiente. También es posible recurrir a la cirugía refractiva, ya sea con láser o con lente intraocular.
Con el láser, se moldea la córnea para hacerla esférica. Con la lente intraocular, se implanta una lente tórica que corrige la distorsión.
Explica la doctora Martín:
«En el caso del láser se moldeará la córnea para que pase a ser esférica y la imagen sea nítida. En el caso de la cirugía con lente intraocular se implantará una lente tórica que corregirá la visión distorsionada»
Ambas técnicas permiten corregir, además del astigmatismo, otros defectos refractivos como la miopía o la hipermetropía.
Es más, los especialistas insisten en la importancia de realizarse revisiones visuales periódicas para encontrar una solución a tiempo.