El mundo de la cultura se solidariza con el dolor de Pedro Almodóvar ante el fallecimiento de su gato, que ha sido durante muchos años compañero fiel de caricias y sentimientos compartidos. Su muerte, ayudada por expertos, debida a un cáncer con metástasis irreversible, provocó en el director una inteligente depresión que hizo posible el premio de su cinta nueva, ‘La habitación de al lado’, ganadora del León de Oro de Venecia.
A Almodóvar se le ha muerto un gato pero le ha nacido un león, que araña más y menos acaricia.
Aunque no pienso verla, ‘La habitación de al lado’ parece ser que trata de una enferma que pide asistencia para morir “con dignidad”, ya que su vida, según el cineasta, ha cumplido la tarea prevista y debe sentirse “libre” para tomar la decisión de morir la decisión de morir. Como si las personas fueran gatos y su trascendencia quedara detenida en el halago de un dueño. Pensar de esa manera es disminuir, a la parvedad de un felino, la grandeza del ser humano.
De todas formas, Almodóvar está triste desde hace mucho tiempo, como si le hubiesen hecho daño las ternuras.
Me enseñaron a creer que ser sensible era un defecto, hoy sé que el peor defecto es la insensibilidad.