En verano es muy común escuchar mitos que vinculan los alimentos fríos con la disminución de grados cuando, en algunos casos, favorecen su aumento
Hoy en día, mucha gente considera que tomar alimentos y bebidas fríos garantiza la bajada de la temperatura corporal. Es cierto que generan una sensación refrescante. Esto ocurre con todos los alimentos que tomamos fríos, porque esa temperatura fresquita en la boca y la lengua estimula los receptores del frío y envía señales de saciedad de la sed. Por eso, es también más placentero beber agua fría en verano que tomar templada, aunque ambas son exactamente igual de hidratantes. Realmente, estas sensaciones no profundizan lo suficiente en el frescor. Sin embargo, tenemos alternativas que sí nos ayudan a afrontar el calor de manera rotunda.
Es el caso de los alimentos vegetales. Especialmente, el de los gazpachos, el de los salmorejos y el de las ensaladas. En estas, se pueden hacer experimentos con comida fresca, como el atún, las legumbres y las frutas, de las cuales es posible preparar una ensalada détox. Pero, ante todo, es recomendable tener como base huevos, pescado y fuentes de grasa como el aceite de oliva virgen.
Otros recursos alimenticios para refrescarse son los picantes. Estos pueden desencadenar procesos de vasodilatación, sudor y jadeo, que nos ayudan a bajar la temperatura corporal.
Por otra parte, el típico recurso del alcohol no ayuda, aunque en muchas ocasiones se acepte lo contrario. A pesar de que, en parte, refresca, actúa también como un diurético, que nos hace perder agua y que aumente nuestro riesgo de deshidratación.
De cualquier manera, el hecho de comer provoca calor. De ahí la importancia de no tomar alimentos monótonos. Porque, ¿quién dijo que comer es algo aburrido, cuando se puede probar con cualquier combinación que se nos ocurra? De esta forma de explorar es probable que surja nuestro plato favorito, sin que, previamente, supiéramos de su existencia.