El estadista y escritor francés Louis de Bonald, católico de raza en sus proyecciones políticas, dejó escrito que todo Gobierno debe hacer poco por los placeres de los hombres, bastante por sus necesidades y todo por sus virtudes.
Cualquier persona honesta de diferente ideología podría firmar estos consejos que, de llevarse a cabo, sustentarían el progreso y la dignidad de los pueblos, mejorando casi del todo su convivencia.
Los placeres, son inherentes a la profunda búsqueda personal y se ramifican en coloridos diversos, según aguanten los calendarios. Para que se destierren las necesidades, especialmente en los más vulnerables, son precisas las ayudas de aquellos que tienen en su mano los presupuestos. Y las virtudes, aunque mucho dependan de las propias decisiones, pueden resplandecer si se aposentan en la llanura de los valores.
La ruina de las naciones comienza en el vacío moral de quienes las gobiernan.