Hoy: 25 de noviembre de 2024
En vacaciones, hay más tiempo para aprovechar a hacer más ejercicio. Sin embargo, a su vez, también es el momento donde más se ingieren alimentos y se siguen hábitos sedentarios. Por eso, hay que saber encontrar el equilibrio ideal entre el entrenamiento y el descanso.
Según los niveles en la práctica del deporte, la adaptación para hacer ejercicio es diferente. Por ejemplo, si una persona considerada gran aficionada deja de entrenar en vacaciones, estas se convierten en un periodo de estrés y agobio.
Por otra parte, se encuentra el aficionado medio, que puede permanecer un corto periodo de tiempo sin hacer ejercicio planificado, aunque solo sea para cambiar de rutina. Como disfruta del proceso, no hay un gran riesgo de que no vuelva a entrenar de manera ordenada y recupere su estado de forma.
También hay un perfil que es muy común en la parte de la sociedad que practica deporte. Cumple con el tipo de persona que necesita entrenar para tener el control de su vida. Previamente, sus necesidades laborales y familiares le han impedido hacer ejercicio. Y siente que ha perdido habilidades físicas importantes.
Ante todo, más allá de cualquier perfil, existe el riesgo de descanso o el uso excesivo de este. Muchas personas que practican deporte con poco reposo adquieren un síndrome por burn out. Es decir, acaban quemadas física y mentalmente. Es el paso previo a la depresión.
En el extremo contrario, el excesivo descanso termina con la costumbre del ejercicio, que se convierte en algo indeseable de practicar. Como si este hábito nunca hubiera existido previamente. De ahí, que sea fundamental la práctica equilibrada, con unos horarios determinados. Así es más fácil convertir el deporte en una afición impensable de abandonar por el amor que se adquiere hacia él.