La patria deseada

7 de julio de 2023
1 minuto de lectura
Ángel del monumento a los mártires de la patria y la religión. (Zaragoza, España). | Fuente: Wikimedia Commons

Las promesas electorales suelen ser monedas que se echan al suelo de los pobres y que, a la hora de comprar con ellas, sólo nos dan cintas de colores que ponemos en las muñecas para recordar que nos mintieron.

Nadie puede regalar veinte mil euros, si no es porque se los han robado a alguien de sus ahorros, de su comodidad o de su apiñado esfuerzo.

Desconozco si estarán de acuerdo conmigo los teólogos cuando sostengo que purgatorio, infierno y cielo se han adelantado en nuestro sistema de convivencia: el purgatorio se parece a un inspector de hacienda, que puede ser virtual, pero que nos exige hasta el tique de la compra; al infierno nos han llevado aquellos que despilfarraron sin miramientos ni escrúpulos, porque “el dinero público no es de nadie”. Y el cielo son las orquídeas del jardín de enfrente cuando cerramos los ojos.

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