Hoy: 23 de noviembre de 2024
Galdós en sus escritos siempre se columpia entre la reverencia y la burla. Nazarín es esa novela dual en que un sacerdote de Miguelturra se arroja al vacío de Madrid sin aclarar su catolicismo o su incertidumbre. Ante la pregunta “qué busca, don Nazario”, que le deja caer una persona conocida, quizá su propia conciencia, Nazarín responde: “Voy en busca de lo que me falta”…
Nos pasamos gran parte de la vida preguntándonos qué nos falta, sin darnos cuenta de que sí podemos conocer lo que nos sobra y, de esa forma, sentir medio camino recorrido. Y lo que nos sobra, a nivel personal y social, es vulgaridad. Estamos desterrando el señorío en las formas de trato; la categoría, esa distinción que nos permite decir lo que haga falta, pero bien dicho, no encuentra espejos en la clase política que se atreve, desde la voz avinagrada de una vicepresidenta, mandar a las letrinas a quien no piense como ella.
Ser vulgar, después de ser malo, es lo peor que puede pasarnos como sociedad y como pueblo… Si no sabemos lo que nos falta, al menos sí estamos seguros de lo que nos sobra.