Vivir 120 años con buena salud: aspiración vital y nuevo nicho de mercado
Nos hemos acostumbrado a vivir más y eso tiene un precio. Las empresas de todo tipo lo saben y trabajan ya en lo que se puede considerar la industria del envejecimiento con unos 600.000 millones de euros de valor. Una burrada, sí, pero nadie quiere morir y si puede alargar el desenlace, mejor.
Que la esperanza de vida cada vez es mayor es un hecho: según datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2023 subirá a 81,8 años en el caso de los hombres y a 87 años en el de las mujeres. En una década residirán en España 19,7 millones de personas mayores de 64 años, 23.428 de las cuales tendrán para entonces más de 100 años de edad, casi el doble que los 12.033 centenarios actuales.
Es una aspiración vital a la que, a priori, nadie le pondría una pega; siempre y cuando, eso sí, ese incremento de años a vivir lleve aparejada una buena salud.
Según recoge un artículo de Sandra López Letón en las páginas económicas de El País, todo apunta a que nos adentramos en un revolución de la emergente industria del envejecimiento, sobre la que se estima un valor de 610.000 millones de dólares en 2025. Su objetivo: retrasar y revertir las enfermedades relacionadas con la edad.
Esta industria se centra por tanto en desentrañar los cambios y procesos que intervienen en el desarrollo de enfermedades, lesiones y discapacidades asociadas a la edad para retrasarlos, ralentizarlos o revertirlos. Con retos tan importantes como el alzhéimer, que afecta a unos 50 millones de personas en todo el mundo, unas 800.000 en España; el cáncer, una enfermedad que tenemos la probabilidad de padecer en un 50% a partir de los 80 años; y otras como el párkinson, accidentes cerebrovasculares o patologías cardíacas, entre otras.
Biotecnología
Según los datos recogidos en esta publicación, las investigaciones en biotecnología del envejecimiento y la longevidad están viviendo una época dorada apoyada por miles de millones en inversiones procedentes del capital riesgo, la industria farmacéutica, entidades sin ánimo de lucro y las grandes fortunas.
Buena parte de la lluvia de fondos que recibe este sector procede del bolsillo de los hombres más ricos del mundo, como Jeff Bezos (Amazon), Sam Altman (ChatGPT), Larry Page (Google) o Peter Thiel (PayPal), que apoyan y financian, con cierto secretismo, start-ups de biotecnología que van un paso más allá: investigan la reprogramación celular para restablecer la salud, para tener vidas saludables durante más tiempo.
Ya sabemos el poder que tiene el trabajo de los grandes cerebros de Silicon Valley; la prueba la tenemos en las redes sociales y en cómo han variado el rumbo de nuestras vidas. Al parecer, ahora han puesto sus ojos en este ámbito para cambiar la forma en la que envejecemos. Y eso lo convierte en un nuevo e interesante nicho de mercado.
Lo que está en juego es tan grande que las empresas biotecnológicas que demuestren ser capaces de lograr resultados tangibles se convertirán en los próximos Google, según exponen Dmitry Kaminskiy y Margaretta Colangelo en el libro “Longevity Industry 1.0”. Las cifras del ecosistema industrial de longevidad no se frenan: hay 50.000 empresas en 20 sectores y más de 10.000 inversores, según los datos de la Agencia de Análisis del Envejecimiento (Aging Analytics Agency, en inglés).
Se puede afirmar por tanto que la salud, la buena salud, es la nueva riqueza para los inversores. El nuevo maná empresarial. Porque ya no se trata solo de vivir más, sino de vivir con mejor salud y libres de enfermedades.