Hoy: 27 de febrero de 2025
La mexicana Elena Garro y el argentino Adolfo Bioy Casares se vieron dos veces más después del encuentro furioso que tuvieron en México. En 1951 en París, y en 1956, en Nueva York.
Helena Paz Garro supo por las palabras de su madre las claves de la historia de amor y en cierto modo también la vivió. En sus ‘Memorias’ (Océano, 2003) revela que su madre se quedó embarazada de Bioy y que la situación provocó el enojo de su padre, Octavio Paz, que habría obligado a abortar a su esposa.
Según Helena, Paz le dijo a su madre: «Ese niño legalmente es mío. Cuando nazca se lo voy a mandar a mi madre. Y si tú te vas con Bioy, no vuelves a ver a Helena, pues el diplomático y el que tiene el poder soy yo. La embajada me apoyará, ¡pobre estúpida!».
A pesar de este contratiempo, los amantes siguieron escribiéndose. Algunas de las cartas de Bioy son impresionantes. Una de ellas se ha convertido en la más famosas.
«Tú sabes que hay muchas cosas que no hicimos y que nos gustaría hacer juntos. Además, recuerda lo bien que nos entendemos cuando estamos juntos… recuerda cómo nos hemos divertido, cómo nos queremos. (…) Me gustaría ser más inteligente o más certero, escribirte cartas maravillosas. Debo resignarme a conjugar el verbo amar, a repetir por milésima vez que nunca quise a nadie como te quiero a ti, que te admiro, que te respeto, que me gustas, que me diviertes, que me emocionas, que te adoro. Que el mundo sin ti, que ahora me toca, me deprime y que sería muy desdichado de no encontrarnos en el futuro. Te beso, mi amor, te pido perdón por mis necedades».
Bioy alternaba las cartas literarias con las del amante angustiado y halagador; le dice: «Tengo tanta necesidad de ti que si no toleras estos monólogos voy a morir de angustia». En 1952 le escribió a Elena que estaba con Paz en Japón en estos términos: «Recaigo en la monotonía y en mi amor y te cuento que eres mágica, o que eres la única diosa que he conocido».
La relación se cortó tras la matanza de Tlateloco de 1968, y fue por motivos relacionados al cuidado de los gatos de Elena. Durante un viaje, Garro le pidió a Bioy que le cuidase los gatos porque tenía que irse de México. Se los mandó por avión a Buenos Aires en una caja. Bioy los tuvo algunos días en su casa y luego los llevó a una quinta.
Elena se lo reprochó y experimentó una reacción inesperada: «Se me secó el amor», le confesó.
Más tarde, también diría: «Fue un gran amor y creo que fui el amor de su vida». y, a su relación con el escritor argentino, la definió: «Adolfo fue la más feliz aventura de la creación».
Interesante historia. Uno no se imagina a veces las cosas que suceden por detras. Buena nota!!
Una historia de amor condicionada por los mandatos y en las fronteras estaban las ideologías, fuertes y tajantes. grandes amores de grandes mujeres que se perdieron en el poder del hombre y porque no, en el descuido de las mascotas…