Hoy: 23 de noviembre de 2024
La enfermedad causada por el SARS-CoV-2, la COVID-19, lleva más de dos años entre nosotros y ha infectado a más de 470 millones de personas dejando a su paso más de seis millones de fallecidos. Aunque en la mayoría de los casos los síntomas desaparecen en las primeras semanas, existe un porcentaje de personas que pueden sufrir síntomas varios meses después de haber sido infectado por el virus y se conoce como la Covip persistente, según Muy Interesante.
En términos sencillos, la COVID-19 persistente se define como la presencia de al menos un síntoma provocado por infección de SARS-CoV-2 después de 30 días del inicio de la enfermedad. Sin embargo, este nuevo estudio propone utilizar 90 o 120 días tras infección como parámetros más representativos.
La comunidad científica identificó por primera vez en agosto del 2020 que alrededor del 87% de los pacientes de COVID-19 seguían presentando al menos un síntoma hasta 60 días después del inicio de la enfermedad. Estudios posteriores revelaron que la región geográfica, el género, la edad y las características sociodemográficas son factores que condicionan la aparición de COVID persistente.
Un estudio recientemente aceptado para publicación, ha realizado un análisis de casi 4.500 estudios internacionales escritos en inglés de los cuales 50 fueron incluidos y 41 fueron evaluados en detalle. La presencia de COVID persistente se definió si había síntomas tras 28 días o más desde la infección.
El análisis determinó que la prevalencia de COVID persistente es del 43% de infectados, aproximadamente, con casi 1.7 millones de individuos incluidos de todo el mundo. Este nuevo dato es mucho más bajo que el reportado en los primeros meses de la pandemia (más del 80% en base a varios estudios).
Sin embargo, este porcentaje no se mantenía igual entre todas las personas infectadas. Se observó una diferencia entre infectados que tuvieron que ser hospitalizados, donde la prevalencia sube al 54% frente al 34% en no hospitalizados.
También han presentado que esta prevalencia varía según la región. En Asia se observa una prevalencia del 51% de infectados, mientras que en Europa es del 44% y el 31% en Norteamérica. La cantidad de factores implicados, desde la disponibilidad de tests de diagnóstico, vacunas o acceso a sanidad, es tan amplia que resulta difícil identificar el más relevante.
En el caso de sufrir una infección por SARS-CoV-2, hay una serie de síntomas que son más frecuentes que otros. Esto también se cumple en el caso de COVID persistente. Este estudio ha determinado que el síntoma más frecuente entre estas personas era la fatiga, presente en un 23% de los casos.
El segundo síntoma más frecuente resultó ser problemas asociados a la memoria, con un 14% de prevalencia, seguido por disnea (dificultad respiratoria o falta de aire) con un 13%, problemas con el sueño con un 11% y dolores en las articulaciones con un 10%. Un total de 23 síntomas fueron reportados, el resto con prevalencias por debajo del 10%.
Dos de los factores que demostraron ser más relevantes en la frecuencia de COVID persistente resultaron ser el género femenino y la presencia de asma previa a la enfermedad. Fuera del análisis aplicado por estos investigadores, otros factores como la edad, obesidad o hipotiroidismo también parecen ser factores de riesgo.
Por otro lado, se menciona la posibilidad de que existan factores de protección que no aparecen en este estudio. Esta ausencia puede deberse a las limitaciones en los estudios incluidos, especialmente al considerar los inicios de la pandemia cuando no existía una rutina de tests de forma generalizada en la población.
Otro factor importante a tener en cuenta es el tipo de síntomas más frecuentes para las distintas variantes. En el caso de la variante Omicron, es más probable encontrar síntomas leves comparado con la variante Delta. Sin embargo, esta variante se ha estudiado en una población mayoritariamente vacunada en Europa y puede ser un factor determinante.
Uno de los estudios analizados demostró que las vacunas también pueden tener un efecto protector frente a COVID persistente, aunque otro gran estudio sugiere justo el efecto contrario. Aunque el efecto de las vacunas para prevenir de síntomas graves, hospitalización y muertes está claro, es necesario realizar más estudios para determinar su efecto en prevenir COVID persistente.
Teniendo en cuenta la tasa de contagios que el SARS-CoV-2 ha provocado de forma global, por mínima que sea la prevalencia de COVID persistente, puede suponer un gran porcentaje de la población mundial. Este porcentaje de infectados, que pueden presentar síntomas hasta varios meses después del inicio de la enfermedad, puede tener una gran repercusión en la sociedad y economía.
Es evidente que son necesarios más estudios sobre la prevalencia, consecuencia y tratamiento de COVID persistente, especialmente en el contexto de poblaciones vacunadas. Si nos vemos forzados a convivir con olas de infecciones de coronavirus, es imprescindible reducir la prevalencia de esta infección persistente que afecta a casi la mitad de los infectados.