Pedro, piedra, traición, mentiras, historia…

1 de junio de 2025
3 minutos de lectura
Rey don Pedro I

Es magnífico el retrato que nos hace López de Ayala sobre el rey don Pedro I, que llamó Cruel la Historia por muchas coincidencias con la palabra

Por nombre, fe, cultura y curiosidad me ha interesado el estudio de los muchos Pedros que han alumbrado la Historia cuya vida, parafraseando a Aristóteles, no volverá a suceder y debe, sin embargo, ser reconocida con la mayor magnificencia posible, necesaria objetividad y rechazo en parte de sus andaduras.

Es magnífico, por ejemplo, el retrato que nos hace López de Ayala sobre el rey don Pedro I, que llamó Cruel la Historia por muchas coincidencias con la palabra: “Grande de cuerpo, et blanco et rubio, et ceceaba un poco en la fabla: era muy cazador de aves: fue muy sofridor de trabajos: era muy temprado et bien acostumbrado en el comer et beber: dormía poco et amó muchas mujeres: fue codicioso de allegar tesoros et joyas … et paños de oro et otros apostamientos».

En la ruleta de los casamientos, a don Pedro le tocó por esposa una nieta de San Luis de Francia: doña Blanca de Borbón, que a los dos días de las bodas dejó plantada por el amor de su vida: doña María de Padilla, a quien había conocido antes, en la primavera de 1532 y con la que ya tenía una hija… Valladolid soportó como pudo las tristezas al ver a su reina despreciada.

Las reinas viudas de Aragón y de Castilla, con el valido Alburquerque, se esforzaron en conseguir que don Pedro, hijo legítimo y heredero de Alfonso XI el Justiciero, volviese al corazón desolado de su esposa. Y así lo hizo, pero otra vez, a los dos días, el monarca regresa con María de Padilla que le aguarda en Olmedo, mientras doña Blanca se retira a Tordesillas con la reina madre para nunca más ser visitada por su esposo verdadero, que mandaría matarla en su momento.

De entre las tantas mujeres amadas por el rey don Pedro figura doña Juana de Castro, que se resiste a cumplir con sus requerimientos. Enterada Padilla y sufriendo también el abandono, solicita del obispado de Palencia permiso para crear un monasterio de clarisas y profesar en él. Inocencio IV escribe al rey, contento porque “nuestra amada hija en Cristo María de Padilla, mujer de noble estirpe, a la cual, seducida por el demonio y arrastrándole las pasiones de una sangre juvenil, asociaste en comercio nefando”…

Pero el rey don Pedro (ya se hacía entonces) estudia el modo de argumentar la nulidad de su casamiento con doña Blanca y pide a los obispos de Ávila y Salamanca que lo manifiesten públicamente. “Y ansí lo dixeron a doña Juana de Castro que el casamiento que el Rey ficiera con doña Blanca de Borbón era ninguno, e bien podía el Rey casarse con quien quisiese”.

Al día siguiente de su boda con doña Juana, el Rey sintió ausencia de las manos, del corazón, de los labios de María de Padilla y vuelve con ella para siempre. Enterado el Papa Alejandro VI escribe al monarca con la mejor intención: “Mira que ya la fama de tus crímenes resuena por el mundo; que ya suena en los oídos de todos el rumor de tus pecados, con los cuales se halla tu salvación comprometida, el lustre de tu nombre oscurecido, violada tu gloria, rebajada tu dignidad, marchitado tu honor, y tu real nombre manchado en su principio”…

Muerta María de Padilla en el lujoso alcázar sevillano, el Rey jura ante las Cortes que nunca fue doña Blanca su legítima esposa ya que antes de conocerla se había casado en secreto con doña María de Padilla. El arzobispo de Toledo, don Gómez Manrique, da por verdaderas las reivindicaciones del Rey, y propone que en adelante se llame Reina de Castilla y de León a doña María de Padilla, y a sus hijos legítimos herederos. Fue reina sin haberlo sido, fue esposa con el sólo documento de la palabra de un Rey, capaz de mentir con tal de salirse con la suya.

… La concisión del artículo no me permite hablar desahogadamente de San Pedro, piedra de la Iglesia y Vicario de Jesucristo, miedoso, atrevido y negador. Arrepentido, pescador y navegante, abierto al Espíritu para ser transformado.

Y de este Pedro nuestro de cada día qué se puede decir. Colecciona defectos como si fuesen cromos que regalar a sus descendientes, engarzados en codicia, ambición y soberbia. Acaso definirlo un poco como Borges pretendió hacerlo con los peronistas: “No son ni buenos ni malos, sino incorregibles”. Por eso, por incorregible, me permito aconsejarle que tenga la dignidad de irse cuanto antes.

Pedro Villarejo

6 Comments Responder

  1. Aquí podemos decir misa el sigue hay al q le guste y al q no le guste el parece de cartón inmune a toda critica a el parece no incomodarle nada ,es increíble pero cierto

  2. Nuestro Pedro es peor que Pedro el cruel. la frase de «colecciona defectos como si fuesen cromos» es otra genialidad de este extraño Duende… L frase le viene a dedo a nuestro Pedro

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