Hoy: 23 de noviembre de 2024
(Especial para Fuentes Informadas)
Habían pasado apenas cinco años de la Revolución de Mayo en el sur del nuevo continente. El virreinato del Río de la Plata se había caído a pedazos y una nueva nación se levantaba entre peleas internas de españoles, criollos, ingleses y franceses.
En ese entramado complejo social, político y económico que se vivían en las flamantes naciones sudamericanas, los revolucionarios debían referenciarse ante el mundo. Europa se desangraba, vivía las decadencias de sus imperios.
Los líderes criollos necesitaban que la independencia fuese reconocida y enviaron misiones diplomáticas y militares a diferentes puntos del planeta.
Una de las más reconocidas estuvo a cargo del marino Hipólito Bouchard, quien había nacido en 1780 en Saint-Tropez (Francia). Había luchado en las costas africanas y en el caribe. En 1809 se instaló en Buenos Aires y comenzó a estrechar vínculos con algunos líderes revolucionarios, y abrazó la causa independentista contra el imperio español.
Bouchard fue el militar y corsario francés quien más se destacó en la lucha por la causa de las Provincias Unidas del Río de la Plata y del Perú, y que por ello, recibió la nacionalidad argentina. Cumplió un importante papel en las luchas. Entre sus acciones más relevantes se encuentran los asedios a las costas de California y de Centroamérica, así como sus combates en las costas peruanas y ecuatorianas.
El francés participó en varios combates como granadero a caballo, acompañando al general José de San Martín. Por su lealtad, se ganó el derecho de luchar contra los buques españoles en alta mar, hundirlos y hacerse con sus cargas.
Bajo su mando, la Fragata Argentina llevó la bandera celeste y blanca más lejos de lo esperado. Se hicieron expediciones a la India, Madagascar, China, Filipinas y Hawai, donde la soberanía del país más austral del mundo fue reconocida por primera vez.
Sin embargo, uno de los hechos más curiosos ligados a sus aventuras de alta mar, sucedió en noviembre de 1818, cuando la Fragata Argentina y la corbeta Chacabuco zarparon hacia las costas de la Alta California. Un 22 de noviembre, ingresaron a la bahía de San Carlos de Monterey, la capital boreal del impero, con el objetivo de capturar algunos tesoros españoles y hacerse con el control de un puerto estratégico sobre el océano Pacífico.
Lo que en principio se había planificado como un golpe rápido y de escasa dificultad, se volvió una trampa mortal. La corbeta Chacabuco encalló antes de que sus marineros pudiesen descender de la embarcación y quedó en la línea de tiro de las baterías defensivas del fuerte y en quince minutos fue diezmada por los bombazos disparados desde la costa.
Bouchard y sus hombres sufrieron una derrota inesperada, porque las tropas realistas de Nueva California eran escasas y mal aprovisionadas, al punto que ni siquiera contaban con barcos para saquear la embarcación destruida. Tras haber presenciado toda la secuencia y sin que los españoles tuviesen real dimensión del poder destructivo que tenía la fragata el corsario francés aprovechó el festejo en el fuerte para rescatar a los sobrevivientes de la corbeta y desembarcar con alrededor de 200 hombres sedientes de venganza.
Durante la mañana del 24 de noviembre de 1818 escalaron un barranco y se enfrentaron con jinetes que salieron al encuentro. Algunos minutos después, los soldados que estaban en el fuerte abandonaron sus posiciones y dos horas más tarde, se izó la bandera creada por Manuel Belgrano.
Durante cinco días, se ocuparon las posiciones militares, se inició la reparación de la Chacabuco y se destruyeron todos los edificios españoles, empezando por la casa del gobernador de Monterrey y las propiedades de aquellos que sometían a los americanos.
Hubo quema de propiedades, muerte de animales y saqueos, pero los cargamentos de oro ya habían partido hacia el viejo mundo.
Las tropas argentinas partieron el 29 de noviembre con el objetivo de continuar la avanzada sobre California, que aún estaba lejos de pertenecer a los Estados Unidos y donde los españoles habían ocupado grandes extensiones con haciendas y misiones franciscanas.
El segundo destino del corsario fue Santa Bárbara, donde fueron liberados muchos patriotas que habían sido detenidos; en San Juan Capistrano asesinaron al regente español de una forma cruel para que sirviera de escarmiento a los reclutados por las tropas españolas.
La expedición argentina siguió y el 25 de enero de 1819, Bouchard bloqueó el puerto de San Blas y el 11 de marzo de 1819, atacó Acapulco. Luego seguirían Guatemala y Nicaragua (donde se hicieron con el control del Realejo, uno de los principales puertos españoles del Pacífico) y donde la presencia argentina quedaría inmortalizada en cada una de las banderas que llevan sus colores.
Fue una campaña de dos años, un viaje al centro de las Américas para reafirmar la independencia de las Provincias Unidas del Sur.
Bouchard y sus tropas ocuparon por una semana, lo que hoy es considerado uno de los territorios más ricos del planeta. Quien sabe, si de no haber seguido su rumbo, las naciones centroamericanas hubiesen podido lograr su independencia como lo hicieron y el estado más poblado de Estados Unidos, hubiese sido parte de la Argentina.
Actualmente, se ve en el muelle de Santa Bárbara como flamean los estandartes del emperador Carlos V, la bandera carlista, la inglesa, la mexicana, la característica del estado de California, y entre todas ellas narradoras de la historia de ese productivo territorio de América del Norte se cuela la bandera argentina.
El fin del corsario
La Revolución de Mayo de 1810 que se gestó en Buenos Aires cambió el destino al corsario francés. Abrazó su causa política, peleó por un ideal, pero murió como mueren los piratas.
Tras el retiro, decidió hacerse cargo de la atención de las haciendas San Javier y San José de Nazca que le había adjudicado el gobierno peruano, y fundó un ingenio azucarero.
Después de la expedición con Brown había convivido con su esposa solo diez meses, y no conoció a su hija menor que nació después de que iniciara su expedición.
Durante su vida a bordo, se había caracterizado por un duro carácter que lo llevó a protagonizar varios incidentes con las tripulaciones y a tomar duras represalias contra quienes se le insubordinaban.
En sus haciendas trataba a sus esclavos con la misma dureza con la que había tratado a su tripulación, hasta que el 4 de enero de 1837, fue asesinado por uno de sus esclavos harto de sus abusos.
Los restos de Bouchard permanecieron perdidos hasta que recién en 1962, fueron encontrados en una cripta ubicada en la Iglesia de San Javier de Nasca de la ciudad de Nazca, luego fueron trasladados al Panteón de los Próceres de Lima, y después Argentina los repatrió en 1963 en el crucero “La Argentina” que, en viaje de instrucción, llevó a los nuevos oficiales de la Armada Argentina por varios lugares que Bouchard recorrió entre 1817 y 1819.
Actualmente, los restos de Bouchard fueron recibidos por las más altas autoridades argentinas y depositados en el Panteón del Centro Naval del popular cementerio de la Chacarita, cerca del lugar donde descansan los restos de Perón y de Evita, en Buenos Aires.
El caso Bouchard forma parte de una extensa sucesión de olvidos en los que han caído nuestra Fuerzas Armadas Navales como fueron los caso de crucero ARA General Belgrano y el ARA San Juan.
Muy interesante testimonio histórico y brillante descripción de aquellos sucesos que forjaron la patria grande.
¡Celebro leer este tipo de notas! ¡Qué bueno que el Sr Solans narre historias no muy conocidas sobre la causa independentistas. Saber que la fuerza militar de las Provincias Unidas del Sur desembarcaron alguna vez en América del Norte es, simplemente, sorprendente, tanto como imaginar el recorrido que realizó, según los detalles descriptos, el corsario Bouchard.
¡Felicitaciones!
Que lindo poder leer escritos sobre cosas que no se hablan mucho o no se conocen
o sea que ahora argentina podría ser potencia económica…👀…la realidad supera la ficción
Muy buena esta historia, completamente desconocida. Impresionante lo de Bouchard y sus tropas.
Increible este francés que le puso tanto el cuerpo a nuestra Revolución de Mayo y que no es tenido en su verdadera dimensión por la historia argentina. Muy cerca de donde escribo estas líneas tomó la bandera realista en la batalla de San Lorenzo, abatiendo al porta estandarte Godo. Muy lindo que se lo recuerde desde esta nota.