Confieso que me gusta ver películas donde hay bares que conservan una luz tenue en el centro de las mesas; al fondo, bailan o cantan señoritas desafinadas y, a conveniente distancia, las parejas de enamorados o delincuentes se dicen casi al oído que las ganancias de la semana ha ido bien y mejor si eres capaz de darme un beso. O, simplemente, desde la llama del Dupont se enciende el destino cruel de un cigarrillo…La señorita deja su cante o su baile para que el pianista ennoblezca el negocio del amor enmascarado o la amistad indispensable..
Hay también negocios que se hacen en casa para que el trapicheo parezca un intercambio de cromos de cuando éramos niños y las aves se quedaban sujetas al álbum después de poner salivilla en los reversos.
La señora que ustedes piensan había llamado al socio para que fuese a palacio y el socio, sin pensarlo un instante, le respondió: “Si tú me dices ven, lo dejo todo”. Así varias veces hasta que salió redondo el empeño. Y una advertencia de la señora ante el temblor de su aliado: “No te preocupes, que si algún juez se atreviera a señalarnos, diremos que prevaricó y no pasará nada”.
…Porque aquí, pase lo que pase, nunca pasa nada.
pedrouve