Escribía Borges que, si fuéramos capaces de mirarnos por dentro, nos sorprendería la novedad de países desconocidos. En alguna ocasión me he atrevido y sí es cierto que somos dueños de realidades impensables, hechizadas. que se trasladan de sitio con la sangre del alma.
Si bien, como diría Machado en lenguaje poético, “las cosas que pasan en la calle” tienen apreciaciones diversas según culturas, arraigos, familiaridad, genética… hay una ética común, un resplandor de valores colectivos que no pueden ser reemplazados por “puntos de vista”.
Los ladrones son ladrones en todos sitios, aunque mantengan el blanco de sus guantes; los asesinos, no pueden ser justificados sino por patologías comprobadas; las mentiras, se contrastan con la verdad comprobable… y así todo.
¿Cómo es posible que, viendo lo que se ve, constatando perjuros y sobornos, ruindades desde el amanecer, se siga votando lo que se vota?… Alguna vez pensé que los países que llevamos dentro sin saberlo pudieran haber sido paraísos, pero también estaba equivocado.