El equipo alauí elimina a España en los penaltis, en una tanda donde los lanzadores de Luis Enrique disparan tres mansos casi a las manos del portero
Alguien debería decir a Luis Enrique que los partidos los gana quien más goles mete, no aquel que más posesión tiene. Parece que el técnico español no lo tiene claro aún, a pesar de su larga trayectoria en el fútbol: unas veces como jugador y otras como entrenador. Si tuviéramos que calificar el partido de España frente a Marruecos, lo podríamos resumir en cuatro pases: lateral derecho, centrales, lateral izquierdo, vuelta hasta el lateral derecho, y vuelta, de nuevo, hasta el lateral izquierdo. Así, como decía un amigo, hasta Guadalajara.
Posesión, posesión, posesión y más posesión. Profundidad, cero pelotero. Solo dos veces Marco Asensio lo intentó pero, también fracasó. Ninguna jugada hacia adelante. Nada. Todo pases horizontales. España avanzaba con pases hacia atrás. Ha sido Marruecos, pero podría haber sido cualquiera de los clasificados para cuartos. Ni por asomo se ha parecido España a lo visto en la Liga de Naciones. Ni en la Eurocopa, cuando se quedó a las puertas de la final frente a Italia.
Un auténtico desastre. Daba la impresión de que la derrota ante Japón había hecho más daño que lo deseado. España transmitía miedo a profundizar en el área marroquí, miedo a perder el balón. Tal era el miedo que nadie se movía. Ningún desmarque. Todos pedían el balón al pie. Ninguna penetración. A la mínima presión del equipo contrario, balón atrás. Y así, por mucho que digan los del imperio de tiquitaca, nunca se puede ganar un partido de fútbol, sencillamente porque tampoco se puede meter un gol. Lamentable. Contrataques cero también.
Solo en la prórroga del partido, con la salida de Alejandro Balde y de Nico Williams se pudo meter algo de miedo a Marruecos. Precisamente, en el minuto 108 de la prórroga se pudo observar el primer disparo de España a la portería de Bono -el portero marroquí del Sevilla- que, además, no fue ni entre los tres palos. La pelota terminó en el primer anfiteatro del estadio.
El tiquitaca les sirvió a Luis Aragonés y a Vicente del Bosque. Pero ellos exactamente no fueron. Ellos sí sabían motivar a sus jugadores. Pero los artífices de aquellos triunfos son los Xavi, Iniesta, Pujol, Sergio Ramos, Silva, Casillas… o el propio Busquets. Pero esa etapa ya pasó y con nota.
Ahora nos encontramos con esta selección. Una selección basada en los caprichos de Luis Enrique, buscando jugadores fuera de España, teniendo en su país otros tantos, o más, con más veteranía y capaces de aguantar la presión de un mundial de fútbol. El asturiano debe de cerrar su ciclo. Los jugadores pueden seguir, pero con otra batuta que les borre lo aprendido y les inculque que para ganar partidos hay que meter goles.