Hoy: 22 de noviembre de 2024
Un interno de 34 años, Julián Hoyas Alonso, murió en la prisión de Alcalá Meco en febrero de 2021. A juzgar por los testimonios de otros internos, le dejaron morir como a un perro. “No lo chape (no le cierre la puerta de la celda) que cuando abra, lo encontrará muerto”. Y justamente eso pasó.
Los internos avisaron a los funcionario de que el interno, que tenía problemas con las drogas y que estaba preso por un asunto de violencia de género, estaba pálido, no hablaba y no quiso salir al patio tras el almuerzo. Estaba empastillado y había sufrido infartos en los meses anteriores.
Era un miércoles 24 de febrero de 2021 y dos días después iba a quedar totalmente libre porque ya había cumplido su pena. Tenía problemas psicológicos. Ese día no bajo ni a desayunar ni a comer. Únicamente al mediodía bajó al patio, abatido por una debilidad extrema, pero tampoco hablaba. Fue a buscar su medicación del mediodía. Apenas balbuceó que tenía mucho frío, temblores y solo quería estar en la cama, tapado.
El interno Francisco J. C. P. describió la situación ante el juez así: “…Yo le pregunté que qué le pasaba, y me dijo que tenía frío. Porque le vi blanco y con un ojo muy hinchado. Y tiritando. Le vi que estaba mal, y por eso le pregunté”.
Ya entonces, otros internos, también muy preocupados por cómo le veían, pidieron a un funcionario que lo acercara a la enfermería, muy cercana al patio. No lo hizo. Dejó que volviera a la celda y el enfermo se tapó en la cama. En el patio, sus amigos subían de vez en cuando a ver cómo seguía. Las noticias eran cada vez peor. Hacia las 17.00 horas, Julián ya no se movía, por mucho que su compañero de celda, lo zarandease.
Y avisaron al funcionario, que le vio inerte. Este llamó a la facultativa del centro. En lugar de ir ella corriendo a la celda, la número 19, dijo que se lo llevaran a la enfermería, que hacia allí también se dirigía ella desde la dependencia de la prisión en la que se hallaba. Ella llegó primero, y aun no estaba allí el interno.
Otros internos lo llevaron en una camilla. Y dejaron su cuerpo bocaarriba en el suelo de la enfermería. Allí dice la doctora que le hizo masajes cardíacos sin éxito. Y después llamó a una ambulancia del Samur. Una hora y 47 minutos pasaron desde que un compañero dio la voz de alarma sobre el agónico estado de Julián y hasta que la facultativa avisó a la ambulancia del SAMUR, que nada pudo hacer por su vida. Estaba muerto.
La autopsia reveló como causa una ingesta desordenada de pastillas y un problema cardíaco. Un par de meses antes, el 24 de diciembre sufrió un episodio clínico comprometido, un infarto. Salió adelante. Su salud era delicada.
Un tribunal le impuso como condena un programa de deshabituación de drogas, pero lo incumplió.
Estuvo en Proyecto Hombre, pero no cumplió el programa y acabó en Alcalá Meco, en la cárcel que dirige el alcaide José Comerón, conocido como don Pepe Comerón. Es complicado hallar a algún preso de Meco que hable bien de él. Tampoco los familiares. Parece un descastado de la reinserción. Por su actos, da la impresión de que carece de todo fervor por ella. No se la cree.
Pues él estaba en Meco el día en que falleció Julián. Tuvo que declarar en un juzgado de Alcalá de Henares por esta muerte. La familia cree que, aun sabiendo que estaba tan enfermo, lo dejaron morir. El juzgado archivó el caso en la vía penal, pero dejó abierta la vía civil. La familia exige al Ministerio del Interior 145.000 euros de indemnización por omisión del deber de auxilio.
Sostienen sus familiares que Julián seguiría con vida si la facultativa, en lugar de decir que le llevaran al interno a la enfermería, hubiera ido ella directamente a la celda para hacerle las maniobras de reanimación. Y si el funcionario, cuando los internos se lo decían en el patio, lo hubiese llevado en ese momento a la Enfermería, que estaba a solo unos pasos; y si al mediodía no le hubiesen dado más medicación, pues ya estaba empastillado, ojos morados, tez muy blanca… Todos tenían la percepción de que la muerte rondaba a Julián, como así fue.
Pero nada se hizo por él. Al menos, no con la inmediatez que la agónica situación demandaba. Estaba casado y tenía hijos.
La familia, y los propios internos, indicaron tras la muerte que llevaba mal unos días, pero que no les hacían caso cuando advertían de que estaba muy enfermo. Y no entendían nada: era la víspera de quedar Julián en total libertad.
Cuando llegó a Alcalá Meco, porque no se habituó al programa de desintoxicación, ya por entonces tenía un psiquiatra Julián. En las semanas previas a su óbito, Julián pidió una y otra vez que le llevasen a las citas que mantenía con él, que necesitaba verlo. El centro médico en el que estaba el psiquiatra lo citaba oficialmente. Pero la cárcel, incomprensiblemente, no le llevaba. Ignoró las citas de Julián con su psiquiatra.
No es la primera vez que un interno se queja de que la cárcel de Pepe Comerón, o don Pepe como a él le gusta, en demasiadas ocasiones no facilita a los internos medios para acudir a las citas médicas.
Precisamente de esto, entre otras cosas, se quejaba el interno Juan Antonio Rodríguez Flores a Fuentes Informadas. Es decir, que la cárcel de Don Pepe incumple su deber legal de llevar a los internos a las citas que tienen en la calle con sus especialistas médicos. A él le pasó muchas veces.
Y ese es uno de los motivos, la desatención médica, que han llevado a Flores a no reincorporarse a su centro en Navalcarnero desde hace un mes tras un permiso. Es diabético y no volverá a prisión hasta que no se le cure una herida que tiene en un pie. En la cárcel, no ya solo no lo llevaron a sus citas con los especialistas, sino que los médicos del centro ni siquiera le atendían su herida.
Don Pepe, a quien este periódico ha enviado un whatsaap ofreciéndole la posibilidad de dar su versión sobre las supuestas negligencias y desatenciones que atenazan a su prisión, sigue dirigiendo esta cárcel por el único mérito de ser amigo del secretario general de prisiones.
Pero Comerón no ha querido contestar. Don Pepe (tratamiento que él se arroga ante los internos) tuvo que dar también explicaciones por la muerte de Julián ante un juez de Alcalá de Henares.
Se desentendió de todos. Vino a decir a la juez que siempre hay al menos un facultativo en la prisión y que este está muy solícito en la atención a los internos. Y que para llegar al médico, la vía es avisar al funcionario y que este traslade la petición al facultativo.
En realidad, la atención médica en las cárceles, aunque hay excepciones, “es bastante deplorable”, coinciden en señalar ex internos consultados por este periódico.
La familia de Julián pide 145.000 euros al Estado de indemnización por su muerte. el Ministerio del Interior últimamente ha pagado auténticos pastones procedentes de erario público por deficiencias y negligencias en algunas prisiones y las graves consecuencias. La prisión de Soto del Real, hasta que Prisiones destituyó a todo el equipo sanitario, fue una pesadilla.
Y la de Meco de don Pepe no se queda muy atrás. Es grave que la prisión no respete, al menos parcialmente, las citas de especialistas médicos con sus pacientes encarcelados. Cuando la juez le preguntó al director de Meco sobre la enfemería de su centro este se limitó a elogiar a los médicos y a decir que todo funciona como un reloj. No es verdad, según numerosos internos.
Un testigo de todo lo ocurrido el día de la muerte de Julián escribió una carta en la que detalla lo sucedido: “Era un día como cualquier otro, entonces vimos a El Rubio (Julián) bajar. Al verlo nos dimos cuenta de que no estaba bien… Estaba pálido, con ojeras y el ojo derecho muy rojo e hinchado. Nosotros, al escuchar el tono de voz con el que nos había respondido nos dimos cuenta de que había comido
pastillas”.
Y añaden en la carta: “Avisamos al funcionario de lo que sucedía, y le rogamos que lo llevara al médico, y el hijo de la gran puta, con la otra zorra gorda asquerosa, nos dijeron que no, que no le iba a pasar nada y que no se iba a morir. Entonces apareció el ATS y le dio más pastillas, en vez de sacarlo al médico por su estado de empastillamiento. Nosotros les recordamos que había tenido dos infartos. Hicieron caso omiso, los hijos de puta”.
Y continúa: “Otro compañero nuestro, el Frate, les rogó, les suplicó que no le dejaran chaparse solo en su celda porque lo iban a encontrar muerto. Posteriormente, le mandamos al Niño a que lo despertara, y El Niño lo intentó, le golpeó y le golpeó, pero no se despertaba. Ahora el funcionario hijo de la gran puta, para lavarse las manos, dijo que El Rubio le había dicho que se quedaba, pero nosotros sabemos que miente, porque el niño, cinco minutos antes le había zarandeado y no se despertó”.
“Posteriormente, a las cuatro y media de la tarde volvimos a mandar al niño a despertarlo, pero se lo encontró literalmente morado, como si fuera moreno. Entonces el hijo de la gran puta del funcionario dijo que le bajáramos, cuando ya estaba casi muerto. Le bajamos y se lo llevaron para el hospital y nos enteramos de que había fallecido”.
El interno David R. declaró, por su parte, ante el juez de instrucción: “Bajó él a la una de la tarde, a la hora de la comida, le abrieron porque tenían que repartir la medicación. Y bajó al patio blanco, amoratado, no podía ni hablar, tiritando. Según le vimos, el primer interno que fue a hablar con los funcionarios fue Carlos Copado Tejedor, Ionut Alexandrescu, algo así era…fueron a los funcionarios y le dijeron, “oiga funcionario, el compañero de este chico salió de diligencias y no puede estar solo. Hace dos meses le dieron dos infartos”.
“En un patio de 20 personas. Pues por lo menos 10 o 12 de los 20 que estábamos, fuimos a los funcionarios y al ATS a decirle que lo lleven a enfermería, porque la enfermería se ve desde la puerta de nuestro patio se ve la enfermería enfrente, son 50… haciendo así. Y le dijimos: “No puede quedarse solo. Su compañero se ha ido de diligencia”.
“Llévenlo al médico. Está todo empastillado. Les advertimos lo de que hacía dos meses le habían dado los infartos, le dijimos está empastillado. Él es tonto porque se ha comido las pastillas para quitarse días por su propia voluntad sí, pero está aquí, antes de que pase algo llévenle, que le pinchen un contra restante”.
“A la una y media abrieron las celdas para subir para arriba. Copado y Ionut se ofrecieron incluso para quedarse con él en la celda para que no se quedara solo, y le dijeron ellos, a parte no fui yo, se lo dijeron ellos dos, le dijeron al funcionario: ‘Funcionario, como lo chapen solo, a las 4 y media cuando abran se lo encuentran muerto”.
“A las cuatro y media cuando abrieron Alexandrescu mandó a Monteagudo le dijo, ‘Oye, sube a la celda
de Julián y mira a ver si está bien. Subió Monteagudo, le estuvo llamando, no respondía, nada de nada, se bajó y a la que bajó pa abajo le preguntamos ¿qué que pasa con El Rubio? Y nos dijo: “No no, no se mueve, no hace nada. El funcionario subió, cerró la puerta, o sea no miró si estaba bien o si estaba mal”.
“Monteagudo bajó, nos lo dijo a nosotros. El funcionario lo que Monteagudo bajó, el funcionario que estaba cerrando, cerró la puerta de Julián con Julián ya muerto, porque no había contestado a Monteagudo, y nos lo dijo a nosotros, el encargado de la limpieza Ionut, se lo dijo al funcionario “Ábrale que ese chico está muerto”.
La familia de Julián cuenta: “No nos hicieron caso. Hasta le dieron más medicación al mediodía. Nosotros diciéndoselo a los funcionarios, vino también el ATS, se lo dijimos también al ATS, Oiga, que Ud. es ATS y nosotros no, si nosotros lo estamos viendo que se muere, no le de más medicación”.
Otro interno le dijo al funcionario: “El chico se va ya en libertad, pueden evitar su fallecimiento llevándolo a 50 metros (a la Enfermería) y ponerle un contra restante, pero no hicieron caso, y lo dejaron que se encerrase solo al chaval, cuando tenía que estar acompañado, su compañero salió de diligencia, varios compañeros se ofrecen a encerrarse con él para que no se…, se avisa a los funcionarios y al ATS que, como lo encierren, a las cuatro y media estaría ya muerto, y a las cuatro y media estaba muerto, claro. Así pasó”.
Ya no me extraña nada esto es una desidia y al día siguiente no pasó nada y así una y otra, y otra..
Es realmente vergonzoso
Es muy triste que todo esto se produjera cuando Julián estaba a dos días de salir en libertad.
Triste ?
Se quedan cortos!
Como todo lo que pasa allí en los CP
Ni rezar vale…
Esto es indignante que actúen son total impunidad parece el salvaje Oeste.La “Cala Meco” se deteriora a mínimos jamás imaginados
Ni con todo el dinero del mundo se puede pagar, la agonia de ese pobre chico, y paliar el dolor de los que le querian, y que los que debian actuar y no lo hicieron y ahora intentan tapar bocas con indennizaciones a su familia. ¿Dinero manchado para lavar conciencias?
¿Como pueden existir, seres tan despreciables en este mundo?
Es un espectaculo dantesto, repetido
y ocultado.
Quienes tiene que ser humanos,más que nadie, tener una elevada dosis de piedad e impartía, son esos directores, que dicen, son los que deben ayudar para reinsentarlos en la sociedad.
La piedad no está reñida con el cumplimiento del deber.
La dosis de maldad, se puede medir con el psicoanálisis.
Los que dirigen esos centros que pasen primero por el psicólogo
y si tienen ese ramalazo de maldad.
¡Fuera! no valen para ese cometido.
Gracias por contarlo, es verdaderamente sangrante.
Que actue la justicia sin freno ni cortapisas, no son aptos los que no reunen dosis de empatia para esos puestos.
Hacen falta gente con buena conciencia, directores con empatia y
limpia actuación y no existan nunca más, despreciables individuos, que actúan como verdugos.
¡NUNCA MÁS!
Gacias por haberlo dado a conocer.
¡Da terror!
¿Son mazmorras o carceles?
Animo y seguir dando voz a quienes sufren indefension ante el abuso.