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La sucesión

Sucesión

Es de sobra conocida la escasa generosidad de la Reina Victoria de Inglaterra. Su hijo Eduardo y sucesor, que no veía la hora en que su madre cerrara los ojos, amigo de mujeres y excesos incontables, estaba siempre deseoso de encontrar dinero extra para afrontar sus liviandades. Un avispado comerciante sabía vender a buen precio los autógrafos de la reina. Eduardo enseguida descubrió en ello el afluente pecuniario que necesitaba. Y llamó a su madre tiernamente:

-Mamá. Últimamente escribes poco. Echo de menos tus cartas. Las necesito. Tu hijo, Eduardo.

La reina vivió 81 años y al hijo, apenas en nueve años de reinado que le supieron a poco, aunque ya venía con el rodaje del amor y otros excesos bien cumplidos.

A Carlos III parece ser que dinero no le faltó nunca, tampoco ha sido manirroto como su antepasado, que Dios salve al rey y le dé salud que le permita asentarse.

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