Aparecía en Montevideo cuando el cansancio de Buenos Aires me empujaba. Por la avenida 18 de Julio he navegado mil veces y atracado en cien riberas que olían a mar, tan cerca, como si la vida no fuese otra cosa que respirar despacio y dejarla que llegue, que vaya llegando en su jadeo desesperado.
En Uruguay había nacido China Zorrilla, una actriz sin parpadeos que en la calle Corrientes estrenaba cada invierno. Tras su inigualable monólogo sobre Emily Dickinson fui a saludarla al camerino con la confianza de sentir un aprecio mutuo:
-Sabes, Pedro, una se da cuenta que es joven cuando, a los veinte años llega un viernes y no tienes un plan a la vista. Y sabes que eres mayor cuando rondas los ochenta, llega el viernes, y no tienes más remedio que corresponder sin ganas…
-Y es que a esa edad, querida China, la luz entiende.