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La debilidad de los fuertes. Y al revés

Averroes se empeña en manifestarnos que al convencimiento, para el que están dotadas algunas personas, se llega por la demostración, por argumentos dialécticos o por procedimientos discursivos u oratorios.

Ya vemos que parte de nuestra sociedad no precisa demostración alguna, se siente convencida por argumentos dialécticos sin base ni referencia histórica ni mínima verdad que pueda sustentarlos. Pero eso parece ser lo de menos cuando se tiene el poder y la capacidad de sacar de la chistera los argumentos contrarios, como válidos, dando a entender que las mentiras, según se mire, pueden ser moscas vestidas con alas de mariposa.

Todos conocen la recurrente frase de Unamuno a Millán-Astray: “Venceréis pero no convenceréis”. La sinrazón de los poderosos se convierte en tiranía cuando se impone a la fuerza; a los demás, nos queda convencernos, desde San Pablo a los Corintios que, “cuando soy débil, es cuando soy fuerte”.

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