Siento verdadero apetito por escribir sobre poetas nuestros, entrecruzar sus versos con el afán de mejorar el día, descansar construyendo un porvenir delicioso… pero los independentistas catalanes o vascos no me dejan el sosiego espiritual indispensable: ellos tiran piedras y no queda otra que defenderse con los escudos de la razón y la palabra.
Escribía don Gregorio Marañón que preservar la espiritualidad en España es una heroicidad. En misa y repicando hay que estar siempre con esta pregunta sumergida en la tristeza: ¿De dónde han salido esta gente que quieren lo suyo y lo de los demás? Ningún aragonés ni andaluz ni extremeño ni levantino ni gallego ni castellano… han propiciado esta locura de acercarse a España para pedir y alejarse, incluso despreciando, cuando se trata de colaborar. Por cómo actúan, estos independentistas han nacido, sin duda, en la peor cuna de las sombras.
Y la tragedia mayor no es que pidan lo imposible, sino que se lo acerca este Presidente de Gobierno, labriego siniestro de los egoísmos que, sin calcular las consecuencias, ya fue iniciado por la inopia de sus antecesores.