Un fraile intelectual, precisamente navarro, fue el maestro que más huellas dejó en aquellos alumnos de bachillerato. Entre sus muchos aciertos, advertía que se comienza a ser intelectual después de haber leído la Biblia, los sublimes escritos de San Juan de la Cruz y las obras completas de Ortega y Gasset.
No consta que estos señores, autollamados representantes de la cultura, que ya es vanidad desmesurada, hayan leído más de una página de quienes el fraile señalaba como prodigios. Pienso que no se es intelectual por haber hecho películas de desajustados o haber cantado el Himno a la alegría… o cosas así.
Aunque algunos lo fueran, señalarse como arquetipo de cultura es un atrevimiento que ya manifiesta una incapacidad despreciable. Como Narciso, se miran y se gustan en el espejo del agua. También se ahogarán en el olvido.
Avisos