Hoy: 23 de noviembre de 2024
Tenía una legión de seguidores en la radio. Fue la primera mujer líder de audiencia en España, por la noche y por la tarde. En los años ochenta y noventa era la periodista más temida por políticos y artistas. Podía ser un látigo o una catapulta. O los elevaba hasta el olimpo, como fue el caso de su amiga Isabel Pantoja, o los machacaba: convertirse en su diana era afrontar críticas recurrentes y obsesivas un día tras otro en la radio líder de la noche, en una época, y de la tarde, en la otra.
Encarna Sánchez Jiménez, nacida en 1935 en un pueblo costero de Almería, en Carboneras, y superviviente de una humilde niñez cargada de desdichas (era huérfana de padre), tramó y urdió para ser fichada por la cadena SER y abandonar la cadena desde la que se encumbró, la COPE [este asunto se lo comentaremos con más detalles en un próximo capítulo en FUENTES INFORMADAS]. Pero aquello no cristalizó. Junto a Luis de Olmo, abrazaba los liderazgos de audiencia en España. Era la estrella de la cadena COPE. Y su millonario contrato, muy codiciado.
Su grave enfermedad, corría el año 1993, un tumor, ya la había atrapado. Pero ella siguió trabajando casi hasta el final de sus días en 1996. Cinco años de tratamientos y quimio que ocultó como pudo. Pero en privado, a veces, se desahogaba. Y es entonces cuando exhibía su faz más hiriente, incluso contra su amiga Isabel Pantoja, a la que llega a tildar de “espía” en un diálogo telefónico con su amiga y delfín María Navarro. Se encrespa cuando Navarro le confía que Isabel Pantoja y enviadas de ésta, la están desautorizando como jefa de una oficina que montó Encarna Sánchez para gestionar su imagen, y desde la que también se prestaba servicios a Pantoja.
Resultó que Isabel Pantoja llamó dos veces a la secretaria de la oficina y le pidió que le facilitase una determinada documentación. No se especifica en el diálogo el contenido de esos papeles, pero queda nítido que a Encarna Sánchez le enfurece que puedan caer en manos de Pantoja.
Las llamadas de Pantoja llegaron a oídos de Encarna, que encolerizó. Sus órdenes eran, y así se lo dice a Navarro en la conversación y antes se lo había dicho a las secretarias, o al menos eso dice Encarna, que de allí no salía ningún papel salvo que lo autorizase María Navarro. En el audio sobre este diálogo, que obra en poder de este periódico, junto con otros que afloran la faz más agresiva de la popular periodista, Encarna Sánchez grita casi siempre.
Su figura, locuaz, ingeniosa, la empujaron taxistas, que la esperaban por las noches haciendo colas a la salida de la radio para llevarla a su casa a modo de escolta, y camioneros, a finales de los años setenta. Su alta popularidad pudo agudizar el genio. Tenía genio, mucho genio, y más si la contrariaban, tal como se pone de manifiesto en la transcripción parcial del audio que este periódico les muestra hoy.
La broca a Isabel Pantoja viene porque María Navarro, que también sabía de las dos llamadas que había hecho la Pantoja esa mañana a la oficina, le cuenta a Encarna que ve inapropiado que aquella pida papeles por su cuenta, y que está poniendo en aprietos a las secretarias de la oficina, a las que aluden como Tere y Paqui.
Encarna, informada también de las llamadas a través de la encargada del local, le cuenta a Navarro que la han llamado de la oficina para decirle que Isabel se había interesado dos veces por unos papeles y que había enviado a la oficina a por ellos a una persona de su confianza.
Es Navarro la que telefonea a Encarna. Coge el teléfono una asistente del chalé donde vivía la periodista, en un barrio noble al noroeste de la capital. Y se lo pasa a Encarna: “Mariquiiillaaa”, la saluda Encarna. Era al fijo. A la sazón, Isabel Pantoja era de las pocas personas que llevaban móvil en España, los abuelos de los actuales, aquellos que pesaban casi un kilo. Solo estaban al alcances de adinerados.
A continuación, algunos pasajes de la conversación que obra en poder de este periódico y que próximamente será reproducida en su integridad en un audio en estas páginas.
–Encarna Sánchez [diálogo telefónico entre ella y María Navarro datada el 28 de julio de 1993]. Entonceees…., ¿que ha llamado varias veces esta, no? Tiene que estar rebelada porque no le han dado los papeles… es que me va a obligar a mí que vaya mañana por la mañana a la oficina, ya sabes como soy yo, eh… pues como soy hay que aceptarme… Y todo muy bien, pero es que de pronto hacen cosas que noooo; y voy a la oficina y le digo, ‘váyase usted a la puñetera calle, esta es mi oficina y de la señora Navarro…’
-María Navarro. Que no, que nooo, que esto lo arreglo yo. Tú no hagas nada.
-E. S.. Soy capaz de llamarla ahora mismo al camerino… ¿Pero qué se ha creído esta, que está con la misma gentuza de antes, o con su madre…
–E.S. Yo por lo mío paso mucho, pero de pronto me pasó yo por la oficina y… Cuando me ha llamado Paqui [secretaria], me decía: “mire usted, es que estoy muy… no puedo tolerar que esta mujer venga aquí, a dar órdenes… Yo sé lo que tengo que hacer, pero de pronto vienen y me llaman, y me dicen… esto no es tolerable. Sería bueno arreglar esta situación y poner a cada uno en su sitio”.
Esto va a explotar -refiere Encarma a María Navarro, visiblemente alterada. Y va a explotar por mí… Pero, ¿desde cuando te lo estoy diciiiendo, María?. Y todo para ir a enterarse de chismes, a decir que…; no me da la gana, en mi oficina”.
María Navarro. Bueno, tranquilidad. Tu no hagas nada, yo lo arreglo…
E.S. Imagínate la que se puede liar, aunque que me da igual que se líeee. !!!!!Que nooo. Que nooooo, María¡¡¡
María Navarro. Bueno, tú no te preocupes, tú no te preocupes; ahora no… mañana.
E. S. Sí me preocupo, me preocupo… si están ahí, están de espias, y hay que decírselo a ella… si no cojo un teléfono y la llamo ahora, al camerino, y le digo, ¿pero qué pasa aquí, hooombreee?
María Navarro. Que no, que no, eso no… eso no.
Este audio forma parte de la colección requisada al comisario José Manuel Villarejo. El máximo jefe policial de la época, Agustín Linares, encargó a Villarejo que investigase quién había robado a la famosa e influyente locutora, de un armario de su casa, la suma de 43 millones de las antiguas pesetas (263.000 euros). Villarejo acababa de reincorporarse a la policía tras varios años de excedencia en una agencia de detectives. Se lo pidieron sus superiores. Se reincorporó como agente de inteligencia. Sin comisaría. Tenía fama de haber hecho tareas secretas para el Estado, antes y durante su etapa de detective privado. Estos audios son distintos de los que también publicó FUENTES INFORMADAS durante la segunda quincena de abril del año pasado.
Los 43 millones (mucho dinero en aquella época), según la denuncia que puso Encarna Sánchez, lo había sacado del banco horas antes y, de acuerdo con su versión inicial, los ocultó en dos cajas de zapatos en un armario de su dormitorio, mientras realizaba un viaje a Sevilla. Culpó a su chófer, que llegó a estar detenido aunque rápido fue liberado sin cargos, y a una de sus dos asistentes de origen ecuatoriano.
Tras una llamada telefónica de la propia Encarna al entonces ministro del Interior, el socialista José Luis Corcuera (quien se puso al instante al teléfono y le dijo que pondría a investigar a su mejor hombre), los jefes policiales designaron para la misión al comisario Villarejo, casi recién incorporado.
Para la investigación, Villarejo informó a Encarna Sánchez que le pincharía su teléfono para analizar las llamadas que hubiese. Ella aceptó. Son decenas de horas de conversaciones con todo tipo de personajes, y donde, en ocasiones, la famosa locutora, a la que se ha atribuido una relación con la tonadillera, exhibe su faz más ruda.
El comisario Villarejo averiguó lo ocurrido con los 43 millones de pesetas. Cuando ella le preguntó por las pesquisas, le espetó a la cara el destino, le mostró una grabación y ella nunca más volvió a mover el tema.