Hoy: 27 de noviembre de 2024
Tiberio, el segundo emperador de Roma, acumuló durante su mandato una inmensa fortuna a base de exigir impuestos impagables a los propios y a los pueblos que sometía, entre ellos Judea, que no cesaba de pedirle a Dios la venida de un Mesías que los liberase de tanto abuso, aunque el Mesías Jesucristo no llegó para liberar a sus paisanos de impuestos, sino de ellos mismos, de su incertidumbre y de su miedo.
Tiberio, impío, tacaño y riquísimo también fue en sus principios un buen general que terminó siendo opacado por Germanio, del que tuvo celos infames y decidió envenenarlo. Viéndose incapaz, asesino e impúdico se retiró a Capri, desangrado en su oficio de emperador y sin la menor voluntad de seguir gobernando. El historiador Plinio lo dejó para siempre crucificado con esta frase: “Fue el más triste de los hombres”.
El pueblo de Roma se alegró de su muerte, sin saber lo que se les venía encima con Calígula, su sucesor, al que llamó poco antes de irse al otro mundo para advertirle: “Matarás a mi hijo, pero también tú serás asesinado”.
De haber previsto su final, quizá Tiberio hubiese bajado los impuestos.
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