Reconozco que si no llega a ser porque el papa Benedicto XVI la creó doctora de la Iglesia en el mismo acto que a san Juan de Ávila, yo no hubiese conocido a Hildegarda de Bingen, una monja benedictina del siglo XII, que, además de santa, era profetisa, música, mística y una larga añadidura de bondades que casi siempre se nos escapan a los ignorantes. Naturalmente, al desconocerla, nunca se me hubiera ocurrido profundizar en su grandeza.
Esta santa inigualable, según apunta Jesús Aguado, salió de su casa una noche de tormenta sin permiso de nadie. A poca distancia un rayo partió el árbol que tenía delante e Hildegarda cayó desmayada. Al reponerse, la joven sostuvo haber visto al alma en los anillos de tronco partido… porque Dios, a través de las cosas que pasan, nos escribe la vida.
…Tormentas y rayos caen hoy a nuestro alrededor con tanta intensidad que, con frecuencia, caemos desmayados al sentirnos incapaces de asumir sin medicación semejantes desatinos. Sería de agradecer otra Hildegarda que nos interpretara lo que Dios está queriendo decirnos en las inexplicables tormentas sucedidas.