Las grandes rivalidades se dan en cualquier deporte o actividad, es lo que permite comparar a los contrincantes y tomar partido por uno de ellos. Esos antagonismos se dan por épocas, estilos, marcas o cualquier elemento que permita al erudito o al aficionado valorar, y concluir cual es a su criterio el mejor.
No hay una regla fija, ésta va de acuerdo con los principios o pautas que imperen en ese momento o por las preferencias o caprichos del que hace la comparación. El tiempo en su infinita sabiduría dicta las verdades y con el paso de los años cada competidor es ubicado en el lugar que le corresponde.
Y en el mundo taurino, las rivalidades han existido y ni los conocedores concuerdan en toros, toreros, estilos, finura y muchas cosas más. Pero relato, en el mes de abril del año 57 del siglo pasado en un festejo celebrado en el coso de la calle de Alcalá, Las Ventas de Madrid, un espontáneo se avienta al ruedo. Su nombre: Manuel Benítez Pérez, quien sería conocido en la tauromaquia con el mote de ‘El Cordobés’.
Nacido en Palma del Río, Manuel fue un torero que vino de la nada y se convirtió en figura, con un arrebatador carisma, se ganó a pulso la admiración de los taurófilos. Sus desplantes, excentricidades, su estilo poco ortodoxo y su valentía a toda prueba lo hicieron diferente.
La celebre la suerte que puso de moda: el salto de la rana, que en la actualidad nadie ejecuta. El palmeño conquistaba al público más por sus extravagantes poses que por su arte. Era valiente, entregado, se acercaba temerariamente a los pitones del astado, lo que le valió sufrir graves cornadas que lo pusieron al borde de la muerte; sin embargo, Dios estaba de su lado lo que le permitió sobrevivir a ese mundo tan peligroso como es la tauromaquia.
Durante los años sesenta fue una figura icónica, con su estilo único y revolucionario labró una personalidad diferente a las figuras de su tiempo (aquí reventó la taquilla dos veces en la Mérida). Su rival más fuerte fue el ‘Niño Sabio de Camas’, Paco Camino, torero totalmente diferente. El primero representaba el arte, la plasticidad y la belleza. El natural de Palma del Río encarnaba la valentía, el toreo heterodoxo, estrambótico. Camino era un pintor que con paciencia y pinceladas finas realizaba su obra en el ruedo. Benítez era un escultor, que con cincel y a martillazos plasmaba su escultura en la arena. Los dos artistas sólo que empleaban diferentes técnicas para crear sus obras. Ambos después de sus respectivos cortes de coleta siguieron siendo referentes en el mundo de la tauromaquia.
¿Quién es mejor? Es una tarea que dejo para todos los aficionados. Mérida, 9 de junio de 2025
*Por su interés, reproducimos este artículo escrito por Rafael J. Ramos Vázquez publicada en Diario de Yucatán.
Manuel Benítez “El Cordobés”, un revolucionario – Diario de Yucatán